Cuando María se separó de su marido, su hijo José tenía 15 años, lo que le afectó emocionalmente, pues él también quería mucho a su padre, aunque reconocía que su madre y su padre habían llegado al extremo de una relación conyugal, pues los abusos no eran sólo palabras, sino también agresiones físicas, y eso tuvo un gran impacto en la vida de José, quien, desde la separación de sus padres, vivió una vida de encierro y amargura.

José y su padre tenían muy buena relación. Se comunicaban, había mucha confianza entre ellos y su padre apoyaba mucho sus estudios. Pasaron cuatro años desde que sus padres se habían separado y José no quería seguir estudiando, con lo cual, su vida emocional estaba muy bloqueada por la amargura, la rabia y por no tener la madurez para aceptar que sus padres habían roto su relación matrimonial.

María, la madre de José, empezó a salir con otra persona y no tuvo más remedio que decirle a su hijo que tenía otra pareja con la que tenía planes de casarse.

José se enfadó cada vez más y vivió encerrado en su habitación durante mucho tiempo y después de seis meses, su madre se casó con el hombre que la quería.

José siguió viviendo con su madre y se dio cuenta de que la relación con su padrastro no era muy agradable. Al cabo de un año, el hombre empezó a maltratar a María y le dejó la cara muy golpeada. Un día, José salió de su habitación y vio como el hombre estaba agrediendo fuertemente a su madre y sin pensárselo dos veces, se armó con un cuchillo afilado y atravesó la espalda de su padrastro causándole la muerte instantánea.

La madre, desesperada y angustiada, no sabía qué hacer, porque si llamaba a la policía, sabía que encarcelarían a su hijo José. Sin embargo, tuvo que enfrentarse a la realidad y llamó a la policía para explicar lo sucedido y retirar el cadáver.

Ese mismo día José fue encarcelado y su cara de rabia iba acompañada de dolor y soledad. Fue condenado a 20 años de prisión.