Mis sentimientos

Viví una vida llena de inconsciencia, sin saber el daño que le hacía a otros.

Así es cuando no te das cuenta de nada: tus hechos y acciones carecen de coherencia con cualquier propósito.

Al final, comprendes que te agredes a ti mismo, porque tus sentimientos terminan dañados por decisiones impulsivas y sin reflexión.

Ahora creo que estar solo es una gran oportunidad para descubrir de qué estoy hecho. Ya no hay en mí tantos sentimientos intensos. Son precisamente esos sentimientos los que debo respetar, porque ignorarlos sería como tener una herida y golpearla cada día, haciéndola sangrar continuamente.

Por eso, me daré un año para demostrar, a toda costa, que puedo convertirme en una persona extraordinaria. Estoy trabajando en diversos métodos para fortalecer mi conducta, mi mente y mi corazón. Cuido mucho lo que veo y leo, ya que no quiero desperdiciar energía en pensamientos inútiles. Sé que soy muy sensible a la información, y estando en plena recuperación, no puedo esperar ayuda de nadie. Debo enfrentar la lucha contra una mente que insiste en volver a la mala vida, sin importar los sentimientos.

Para proteger mis emociones, trabajo incansablemente para no ceder a ningún deseo dañino. Me esfuerzo por mantener la calma y evitar detonar emociones fuera de lugar. Todo esto lo hago con la esperanza de que, con el tiempo, las emociones positivas fluyan de forma natural. Creo que un año, o quizá año y medio más, me permitirá convertir los nuevos hábitos en un estilo de vida definitivo.

Porque, al final, si no respeto mi propio dolor, ¿de qué sirve la vida?

Llega un punto en el que no queda nada que salvar más que a uno mismo. Y es ahí donde, cerrando el ciclo con actos de bondad, quiero vivir el resto de mi vida, haciendo el bien hasta el último día. Quiero que, cuando llegue el final, esa vida haya sido vivida como alguien extraordinario y no alguien egoísta y siniestro.

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