Imagen de Gerd Altmann en Pixabay
Dicen que el más infiel es el que no tiene empatía.
¿Qué es la empatía? Parece que viene en los genes del ADN y un poco de ayuda del ambiente.
Ahora, el que no tiene empatía es el que no la trae de fábrica y no le ayuda el ambiente.
Dicen, según un estudio que se le hizo a 100 presos, los más despiadados, y 100 de los más empáticos, y lo que se vio...
Algo increíble: los empáticos tenían la amígdala más grande que los que no tenían empatía; casi no existía en los otros, de lo pequeña que era.
¿Qué hace un empático? Siente el dolor ajeno, así que eso es como un resguardo consecuencial que le restringe de hacer sufrir. Aunque igual causan dolor, porque tampoco son perfectos, pero es más mínimo.
Ahora, el sin empatía hace cosas que le causan mucho dolor a otros, pero a ellos no les afecta en nada. Ese comportamiento egoísta, solo centrándose en sus propios sentimientos y su propio dolor, hace que no se den cuenta de que sus acciones tienen consecuencias.
Por eso, se puede juntar un empático con un sin empatía, y es probable que le sea infiel, no porque quiera dañar al otro, sino porque no cree estar haciendo un mal. Es increíble, pero solo cuando lo enfrentan a las consecuencias, ahí sí siente dolor, pero siempre es su dolor, no el ajeno.
Y la persona empática puede sentir lástima y compasión.
La rareza humana: todos nos creemos iguales, pero la fábrica nos hizo a todos distintos.
El empático debe ser más claro, y el no empático estudiar cómo afectan los sentimientos de los demás determinadas acciones, y repasar de vez en cuando por qué no está en él conservar esa coherencia.
Así que aprender que no todo lo que brilla es oro puede ayudar a buscar ayuda antes del error fatal.