Concurso literario El mundo de Romanie Seres mixtos @gracielaacevedo

Ya nunca se sabrá del momento preciso en el que un rayo de sol calentó la simiente de la forma perfecta.
Ese fugaz instante se ha perdido en el tiempo.

Ningún tosco reloj, ningún burdo almanaque puede resumirlo.

Ninguna conciencia imaginarlo.

Fue un instante infinito.

Ese secreto místico ha quedado ocultado por las suposiciones. Está, sin embargo, a simple vista.

Lo cantan los turpiales, se refleja en el agua de las lagunas vírgenes.

Lo presagian los que pueden observar transparencias, la mujer que se admira ante las ondas de aire, y que queda perpleja cuando el sol las levanta, las empuja y las lleva al cenit de los montes.

Lo sabe, en lo profundo, el viejo que ha vivido con los ojos abiertos, atendiendo a las reglas de la naturaleza, que sabe de qué forma son una misma cosa el color de las flores y el de las mariposas.

A veces en los sueños aparece el secreto como un visaje extrañamente amable. Una estampa inaudita de colores inéditos. Puede ser una dama con unas grandes alas que espera, contemplativa, a que llegue el momento cuando, dentro de sí misma, aparezca otra vida. Un ser resplandeciente, que vive en una esfera otra, en un tiempo distante, ¿pasado o futuro?

Si somos inocentes, si no tomamos parte, si no buscamos orden, si en alguna ocasión nos dejamos perder, iremos a ese sitio.

Digamos que es sencillo. La señal imperdible la dirán las estrellas. Comencemos por una, la que uno prefiera. La noche aplanada es perfecta para ello. En ese fondo negro trazaremos la vía, de una estrella a otra estrella, de esa estrella a otra estrella, de esa estrella a otra estrella, de esa estrella a otra estrella. ¿No se trata de eso el infinito?

No es preciso llegar al confín de los tiempos, ni a ninguno de los confines del espacio perpetuo. De vez en cuando es bueno bajar del firmamento aprovechando, para ello, las inmensas copas de los árboles altos.

¿Recuerdas esa estampa?

Un viajero del cielo desciende por los árboles y en la ondulada tierra se construye una casa. Digamos que ha de ser una blanca morada, rodeada de manzanos, de olivos, de ciruelos… y digamos que un día andando, andando, el tiempo, ha nacido una rosa.

No se sabe de dónde ha llegado ese polen, ni en qué momento exacto el sol ha calentado de manera perfecta la pequeña simiente.

Lo cierto es que aquel hombre que ha bajado del cielo, ha encontrado una rosa y en ella ha detenido su inocente mirada.

Y se han amado ambos y han tenido un retoño.

El tiempo circular del eterno retorno mantiene su propósito.

El de hacer seres mixtos: Las hadas de los cuentos, los árboles pensantes, los peces voladores, los hombres infinitos.