Angela terminó con su turno del viernes en la universidad. Realizó un examen a un grupo de alumnos de primer semestre que estaba compuesto por individuos que repetían por tercera vez el primer curso y por otros pocos que recién ingresaron en el casa de estudios.

—Ya la hora terminó —su voz tronó en el salón. O al menos, esto es lo que le pareció a los jóvenes y no tan jóvenes frente a ella—. Entreguen los exámenes.

Los alumnos se quejaron y lloraron, pero dejaron la hoja con las preguntas en el "escritorio" de Angela. El pupitre desvencijado chirriaba con cada movimiento de la mujer, por más leve que fuera.

Todos salieron y el salón quedó en silencio. Angela bajó las escaleras del edificio del plantel y se dirigió al estacionamiento. El guardia la recibió aliviado. Angela y él llegaron a acordar que él se quedaría hasta esa hora cuidando el vehículo y, a cambio, ella lo dejaría cerca de su casa.

Arrancaron y conversaron durante el camino. Una vez que llegaron al punto acordado, el hombre se despidió y la dejó sola. Angela encendió la radio, puso la música de terapia de choque y siguió hasta llegar a su casa.

Se despertó la mañana del sábado y se lavó la cara y los dientes. Tomó fruta de la nevera y bajó las escaleras hasta llegar a la orilla del mar.

Entró al agua fingiendo no sentir el frío de esa hora de la mañana y se zambulló en ella.

Mover los brazos y las piernas la ayudaban a avanzar bajo la superficie. Los diferentes tipos de alga, las especies de peces y cangrejos se movían en su visión fuera de foco.

Una habilidad que ella desarrolló por vivir en la costa era la de aguantar la respiración por largo tiempo. La meta de prolongar la resistencia era algo personal. No lo compartió con nadie.

Arrastrarse por el fondo para luego, una vez llegado al límite, subir a la superficie, era para ella como volar y llegar a las alturas.

Angela recuperó la respiración y permaneció con la cabeza fuera del agua para sentir el aire entrando y saliendo.

Parpadeó varias veces. La sal le picaba un poco. de un momento a otro, notó que había un hombre viéndola. Fingió no haber notado su presencia y caminó hasta la orilla, exprimió el vestido que se había puesto y subió a la casa.

Cuando miró por el balcón no vio al hombre por ninguna parte.