Aquella tarde estaba sentado mirando el hermoso paisaje que contemplo diariamente, mis ojos se perdían en aquella verdura que se veía a lo lejos, los pájaros cantando y una brisa suave de esas que te atrapan como si fuese un abrazo, el olor a café penetraba en mi nariz y este era el acompañante perfecto, puesto que siempre es el mejor complemento para cualquier estado de ánimo.

     Esta bebida tan sabrosa parece que es una cura para las penas, un acompañante para las alegrías y un alimento para el alma. Cada tarde me deleito preparando el café para mis clientes, los cuales lo toman con mucho agrado y más en un lugar como este que desde que se llega se siente la paz, es estar en la ciudad pero alejarse un momento de lo ruidoso de ella y disfrutar un momento de tranquilidad con una vista algo significativa como lo es el Ávila que es parte del caraqueño, y no solo del caraqueño, es parte del venezolano porque mayormente en algún momento de nuestras vidas tenemos un cercanía con la Caracas hermosa.

     Mi amor por la Naturaleza es infinito y por el café también, creo que son el complemento perfecto como si de un matrimonio se tratase, incluso más que un matrimonio porque el matrimonio puede acabarse pero el amor por el café es interminable.