Para entonces yo era un niño y me encerraba en el bosque; y a los siete años cuando me llevaron a la ciudad porque en el bosque no había escuela, sentí que me habían cerrado el mundo; por eso todas las noches pintaba el bosque. Recuerdo que mezclaba el amarillo y el azul para obtener el verde, para darle brillo a mis árboles y porque en mi primera lección de colores me dijeron que el azul era el cielo, y yo quería que el cielo estuviera encaramado en las ramas de mi bosque.

     Para entonces yo había quedado mudo porque no sabía cómo hablarle a los niños de la escuela ni a la maestra que un día pidió que dibujáramos a la persona que nos recibía en casa cuando llegábamos de la escuela; recuerdo que frunció el ceño cuando le mostré mis árboles, me dijo que tenía que dibujar a mi papá, pero mi papá se había quedado en el campo, también mi mamá y no podía dibujar a mi tía porque ella no me recibía cuando yo llegaba de la escuela.

     Lo que para entonces no pintaba eran pájaros, me daba miedo que después de atraparlos en el dibujo, se quedaran pegados en el papel, me asustaba que no volaran; y ahora que los veo volando natural, me provoca buscar mis dibujos y en el espacio donde escribí pájaro, borrar la palabra y dibujar los que para entonces no dibujé.

     Para entonces ni hasta ahorita yo no había admirado este cuadro, ahora sé por qué extraño a mi bosque; porque yo lo pintaba igual, delante de las casas; y detrás, le atravesaba bastantes cosas para que al ir de vacaciones al campo, y me encerrara en el bosque, tardar mucho para regresar a la casa.

Ahora sé por qué extraño a mi bosque, es un relato con un toque anecdótico inspirado en la imagen Nro. 1 de la pintora @romanie. Nuevamente agradezco estos espacios que son una excusa para pintar textos con mis palabras.