Centinelas de la plaza pública | Public Square Centinels [Español-English]

Errática se enredaba por calles barridas por esa luz fría y meticulosa del escáner. Los fantasmas del pasado la perseguían, amargos. Los transeúntes la miraban tras las caretas que se habían convertido en signo de conciencia e identidad de quien procura obedecer siempre las medidas implementadas por los gestores del gobierno. La visión de una mujer sin las mordazas y correas impuestas por la ley les atormentaba sobremanera, y más aún, su angustia aumentaba ante el silencio de las alarmas dispuestas para tal materia.

Era una visión angelical caminando etérea junto al paso de los camiones de rocío sanitizante. Pero en detalle, si alguno se fijaba en su mirada, podía apreciar el fuego que en su mente comenzaba a arremolinarse. Se daba ánimo en su marcha tratando de reorganizar sus motivos y dejar atrás cualquier duda.

Vivió mucho tiempo relegada del entorno urbano, reservado para aquellos que se habían sometido a los procedimientos sanitarios. Pensaba ahora en su contribución a aquel estado y la decisión de fraguar el caos con el que destruiría el pacto social que, desde su perspectiva, había impuesto algún espíritu enfermo con el sudor de sus trabajos. Corría por sus venas la eterna historia entre el que oprime y el que descubre aquellos resortes que le manipulan y se propone romperlos.

Grupos de personas se juntaban a distancias regulares para compartir su indignación y sobre todo el miedo. Desde sus dispositivos de comunicación buscaban entre las aplicaciones la más adecuada para compartir su reporte a las autoridades y al mismo tiempo recibir más reacciones. Desde la acera contraria algunos recurrieron a la vieja costumbre de fotografiarse a sí mismos con muecas extrañas tratando también de mostrar a la mujer que había aparecido sin máscara.

Un gran círculo de contención se había formado con los transeúntes más dispuestos que se encontraban en la plaza pública aquella noche sabatina. Se había enseñado a la población a encapsular a los individuos sospechosos de contagio en espera de las autoridades. No pocos llevaban gases disuasivos, otros, dispositivos de descargas eléctricas. Los más, registraban en video para participar en el deber ciudadano para con las redes sociales.

—Regrese a su refugio, no puede ocupar el servicio de los espacios comunes —Gritó una persona— Este no es lugar para los enemigos de la Ciencia.

En la resonancia de aquel grito se produjo una agitación que fue cerrando el cerco sobre la mujer. Ella observaba a la muchedumbre con la mirada fija en los ojos de cada uno como si de alguna manera el odio de los peatones alimentara su determinación. Un coro se había formado en la plaza que deploraba la presencia de esta mujer que tenía el rostro expuesto.

La agitación se detuvo de repente, los gritos aguzaron el oído de un cuadrúpedo mecánico de reacción inmediata que atravesando la multitud que se había congregado llegó junto a la mujer que causaba la conmoción. Todos miraban expectantes ante una posible ejecución con el armamento especializado del robot o, dependiendo siempre del estado de la infección en esta sospechosa, quizá solo se tratara de una operación de confinamiento, para lo cual estas máquinas estaban bien capacitadas.

Ella se inclinó junto al cuadrúpedo, lo tocó como si acariciara a aquellos animales con los que hacía algunas décadas acostumbraban convivir los humanos. Sosteniendo al cuadrúpedo por uno de los miembros, le arrancó la coraza que protegía su batería, la cual extrajo sin dificultad, rompiendo las conexiones que animaban el movimiento de aquella unidad de reacción. Lanzó la coraza hacia la multitud como si fuera el corazón sangrante de un cordero sacrificado. El cuadrúpedo con toda su fuerza destructiva yacía inmóvil a sus pies.

La indignación dio paso a la rabia entre la gente, al poco habían comenzado a atacarla con los gases y líquidos de defensa personal, otros se hicieron de palos para hacerse cargo del cumplimiento de las reglas. La muchedumbre se daba valor al grito de "Ejecución". Ella se sentó junto al robot y lo colocó en su regazo, desprendía algunas partes, otras las reconectaba, estaba concentrada en las formas de los componentes y los colores de los cables.

La multitud la alcanzó, los palos fueron los primeros en establecer el contacto, otros lograron aplicar las descargas eléctricas, la euforia apretaba a la horda en torno a su víctima. La mujer se había fundido con la multitud que aumentaba su volumen, mientras al extremo un círculo de espectadores continuaba el registro fotográfico.

Nadie podía haber imaginado quien era aquella mujer sin la protección facial reglamentaria que caminaba en la calle aquella tarde, ni su cargo como jefa de ingenieros en el proyecto Centinelas, encargado del desarrollo de aquellos cuadrúpedos mecánicos. Hubieran previsto la explosión que devastó aquella tarde el espacio público en el primer sector de la ciudad con su saldo trágico.

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English version

Erratic, she wandered through streets swept by the cold and meticulous light of the scanner. The ghosts of the past haunted her, bitter. Passersby looked at her behind the masks that had become a sign of conscience and identity of those who always try to obey the measures implemented by the government managers. The sight of a woman without the gags and straps imposed by the law tormented them greatly, and even more, their anguish increased before the silence of the alarms arranged for such a matter.

It was an angelic vision walking ethereally next to the passing of the sanitizing spray trucks. But in detail, if anyone looked at her gaze, they could see the fire that was beginning to swirl in her mind. She gave herself encouragement as she went along, trying to reorganize her motives and put any doubts behind.

She had lived for a long time relegated to the urban environment, reserved for those who had undergone sanitary procedures. She now thought of her contribution to that state and the decision to forge the chaos with which she would destroy the social pact that, from her perspective, had been imposed by some sick spirit with the sweat of her work. In her veins ran the eternal story between the one who oppresses and the one who discovers those springs that manipulate him and sets out to break them.

Groups of people gathered at regular safe distances to share their indignation and above all their fear. From their communication devices they searched among the applications the most appropriate one to share their report to the authorities and at the same time receive more reactions. From the opposite sidewalk some resorted to the old habit of photographing themselves with strange grimaces also trying to show the woman who had appeared without a mask.

A large circle of contention had been formed with the more willing passers-by who were in the public square that Saturday night. The population had been taught to encapsulate individuals suspected of contagion while awaiting the authorities. Not a few carried gas deterrents, others, electric shock devices. The most, recorded on video to participate in the citizen's duty to the social networks.

—Go back to your shelter, you cannot occupy the service of common spaces —shouted one person— This is no place for the enemies of Science.

In the resonance of that shout, there was an agitation that was closing the siege on the woman. She watched the crowd fixed on everyone's eyes as if somehow the hatred of the pedestrians fueled her determination. A chorus had formed in the square deploring the presence of this woman whose face was exposed.

The agitation suddenly stopped, the screams sharpened the ear of a fast reaction mechanical quadruped that broke through the crowd that had gathered and arrived next to the woman who was causing the commotion. Everyone watched expectantly for a possible execution with the robot's specialized weaponry or, depending always on the state of infection in this suspect, perhaps it was just a confinement operation, for which these machines were well suited.

She bent down next to the quadruped, touched it as if caressing those animals with which humans had been accustomed to coexist some decades ago. Holding the quadruped by one of its limbs, she tore off the armor that protected its battery, which she extracted without difficulty, breaking the connections that animated the movement of that reaction unit. She hurled the armor into the crowd as if it were the bleeding heart of a slaughtered lamb. The quadruped with all its destructive force laying motionless at her feet.

Indignation gave way to rage among the people, soon they had begun to attack her with gases and self-defense liquids, others took up sticks to enforce the rules. The crowd take courage from the cry of "Execution". She sat down next to the robot and placed it on her lap, detaching some parts, reconnecting others, concentrating on the shapes of the components and the colors of the wires.

The crowd caught up with her, the sticks were the first to make contact, others managed to apply the electric shocks, the euphoria tightened the horde around their victim. The woman had merged with the crowd that increased its volume, while at the edge, a circle of spectators continued the photographic record.

No one could have imagined who that woman was, walking in the street that afternoon without the reglamentary facial protection, nor her position as chief engineer in the Centinel project, in charge of the development of those mechanical quadrupeds. They would have foreseen the explosion that devastated that afternoon the public space in the first sector of the city with its tragic toll.

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