Saludo a todos los usuarios de esta prestigiosa plataforma, hoy nuevamente me adentro en las letras para compartir con ustedes una historia, que se me fue contada muchas veces por un trío de amigos, la misma es fantástica y asombrosa ubicándola en la narrativa mágica por todo lo vivenciado aquellos día 23 y 24 de diciembre 1985. Aprovecho la oportunidad para agradecer la oportunidad brindada por el moderador @adeljose quien incentiva la creatividad literaria y además originalidad y exclusividad de cada trabajo para Steemit aportando lo mejor para el crecimiento de todos los que convergemos en este mundo de la cibernauta. También hago mención de la prestigiosa comunidad WORLD OF XPILAR que incentiva y promueve la participación e innovación de nuevos concurso apoyando a todos los Stimian, para ellos un millón de gracias.

Aprovechando la cercanía de la época más excelsa de todo el año, deseo dedicar esta Historia a los niños que añoran en la noche buena su regalo de Navidad. Aunque el relato pareciera una entelequia por la magia del testimonio vivido. Les confieso que en mis 40 y tantos años todavía, hago el intento para definir que pasó en aquella noche divina, mágica, única y extraordinaria. Aludiré algunos detalles para simplificar el alegato. Esta historia narra que fueron tres niños en la terraza de una casa a media noche logrando ver asombrosamente una luminiscencia hermosa con un semblante de un carruaje, con alces y un hombre con una espesa barba blanca. Creyeron verlo, sostienen que lo vieron.

Un 23 de diciembre en una prestigiosa carpintería con un exitoso promedio de ganancias por su dinamismo de la oferta y la demanda de bienes en madera y formica en el comercio de aquellos años marcaba la pauta en todo un sector. Muy conocida la carpintería Hermanos Fuentes C.A.

Relatan los protagonistas 4 niños que habitaban en una habitación contigua a la empresa, uno de meses y los otros tres que con detenimiento Enarbolan la magia de la navidad. Emocionado como la primera vez en la porfía de aquella noche con los que osan contradecir su encuentro con aquella figura icónica de las navidades de los niños. José, Juan, Pedro aseguran que fue un milagro de fe.

Los jefes de La carpintería que a la vez eran Tíos postizo de los tres niños preparaban todo para el festín del 23 de Diciembre el cual se daba inicio a las vacaciones colectiva de todo el personal. Hallacas, Pavo, Pollo, Vino, Refresco, Ensalada, Pan de Jamón y otras cantidades de tradiciones sobre aquella mesa de 15 a 20 metros. Todos los trabajadores con sus esposas e hijos y además toda la familia exceptuando a los 4 niños y a su madre que compartían en la habitación 4x4 NO fueron invitado para la gran noche de cierre y vacaciones. Empezaron a llegar juguetes para los niños y regalos para los adultos.

José de 9 años, Juan de 8 años y Pedro de 5 años veían maravillados tantas luces, El majestuoso Árbol Navideño, comida y regalos esperanzados que iban hacer convidados. Así fueron pasando las horas, iban y venían invitados, risas y alegrías en todo el jardín, y los 4 infantes con su madre en la invectiva de la cena de esa noche, en medio de aquellas paredes se destilaban unas arepas calientitas con mantequilla y seguramente un vasito de café.

Entre ellos murmuraban, reclamaban en voz baja para no entristecer a la madre y se preguntaban una y otra vez ¿Por qué ellos No tendrían Navidad? ¿Acaso somos niños malos, es por que somos pobres? Así cuentan que se abatían por no hallar respuestas, y sus inquietudes terminaron en algunas lágrimas escondidas de la mirada sufrida de aquella madre amorosa, pero sin posibilidades. El dinero percibido por planchar y lavar indumentaria no le alcanzaban para regalar la noche buena a sus cuádruples hijos.

Después de la cena se sentaron alrededor del televisor, mi pobre angelito era la comedia infantil que transmitían. La madre cansada del atenuante trabajo y después de dormir al bebé, procedió a dar la bendición al trío que pedían un rato más frente a la tele, concepción que fue entregada precisamente por la magia de la fecha.

Ya el lugar quedaba en silencio la fiesta opacaba entre despedidas y personas ebrias, los últimos invitados, procedían despejar el sitio, se apagó la música y las luces se extinguieron con el último invitado de forma simultánea.

12 y media de la noche, los niños en medio de la bravura e inconformidad se proponen a escapar de las cuatro paredes 4x4 y reclamar al altísimo su desdicha, José siendo el mayor se sujeta a la proposición de Juan el cual dice:

Propuso subir a la terraza y así lo hicieron, apoyándose uno al otro logrando llegar al pináculo. Allí empezó el milagro de la navidad.

Gritaban, sollozaban, reclamaban, preguntando a la espesa noche, Una y otra vez, Llegó el momento del silencio y con la mirada fija en el firmamento cuando sus ojos se toparon con aquel destello de luz, cuentan que vieron sin vacilación un carruaje halado por unos alces y sorprendentemente un semblante de un hombre vestido de rojo con una barba blanca, igual que en las comiquitas.

Los niños empezaron a gritar aquí, aquí, aquí estamos… Muchas veces pero aquella imagen ni se inmutó a mirarlos. Mayor decepción aquella madrugada del 24 de diciembre. De repente se escucha el llamar de la madre angustiada porque los niños habían abandonado la habitación, cuando los encontró los amonestó, doble decepción para aquel trío de infantes que reclamaban su derecho para el cuádruple de hermanos.

Llegó 24 de diciembre la festividad en aquel lugar era más cerrada solamente para la familia, llegaron más regalos y mucha más comida y nuevamente la familia oprimida se quedó sin invitación.

Un invitado del festín de nombre Miguel, esposo de unas de las tías, pregunta curiosamente por los habitantes de aquel cuartucho. El cual fue respondida irónicamente por su par, haciendo énfasis del descrédito señalando como los espurios a los 4 niños y a su madre.

Miguel no aprobó esa afirmación y repudio con fuerza la actitud tomada por los dueños de aquel prestigioso lugar.

Juan, Uno de los niños el cual había tenido aquel contacto visual con la silueta injusta e imperativa el cual rehusó al llamado incesante de aquella madrugada y además responsable de la amonestación, estaba curioseando cuando fue visualizado por Miguel, sin pensarlo lo llamo y le invito a formar parte de la celebración, la respuesta fue contundente en negación, ya que había un previo aviso que no lo querían ver merodeando en la reunión familiar.

Miguel movido por la inocencia de aquel niño y además lo sublime de la fechas Navideñas, saco de su billetera una orquídea el billete de mayor nominación de aquellos años y se lo obsequio para que compartiera con sus hermanos.

El infante con apenas 9 años saltó deprisa a mostrarle a su madre el obsequio del amigo Miguel, la madre abrazo al niño y con cariño le expresa y lo orienta. Exclamando:

La madre haciéndose de papel y lápiz, emite una lista posible para compartir con sus hijos y los envía con su hermano mayor a la panadería llamada Colón.

Allí los niños hacen su pedido; 15 panes francés, jamón, chocot de litro, una torta tipo milhojas, margarina todo lo indispensable para el 24 y 25. Estaba atiborrado de personas como si el mundo se acabaría ese día, cuando por fin los niños llegan a la caja para cancelar entregando la orquídea el regalo de su amigo Miguel reciben el cambio el cual fue tomado sin revisar por los inocentes muchachos.

Al llegar a casa empiezan a preparar su cena, su gran cena, contentos por el regalo y por el compartir sin olvidar la imagen de la madrugada del 24. La madre toma el cambio y se da cuenta que fue retribuido nuevamente la orquídea y envía nuevamente al par de niños a entregar aquel billete, cuando llegaban al establecimiento ya estaba cerrado al publico y no pudieron devolver lo que no era de ellos. Cuando retornaban a casa justo a la entrada de aquel lugar visualizaron otra orquídea, justo en el suelo, la tomaron y fueron a la presencia de su amparadora, Su madre les ordeno salir a preguntar a quien se le extravío y no encontraron respuesta. Se sentaron, lloraron, le dieron Gracias a Dios y comieron.

La madrugada del 24 tenía que ver con aquel momento mágico. No tenían nada para aquella noche, y de pronto lograron contabilizar 1460 bolívares, lo suficiente para comprar, alimentos, una muda de ropa para cada niño, calzado, un regalo y además levantar el árbol de navidad hecho con sus manos con una rama y jabón, como era costumbre en los barrios de ciudad Bolívar.

Los niños relataron a su madre lo que vieron y por supuesto no les creyó, pero les dijo que a partir de ahora ella iba a estudiar, lograr una preparación para darle educación y tranquilidad justo lo que necesitaban.

Los niños pudieron celebrar la noche buena, alegres y contentos subieron nuevamente a la terraza agradecer por aquel acto de benevolencia mágica y mirando en son de reconciliación vieron aquel lucero que brillaba en el firmamento. Desde ese día hasta hoy estos hombres celebran con los niños vulnerables un tiempo de magia navideña.