Hola amigos el día de hoy voy a estar publicando una historia que espero les guste tanto como a mi, inspirado en la hermosa arte digital creado por @xpilar

La enfermedad amenazaba con quitarme la vida si seguía así. La sangre no paraba de brotar sin que pudiera detener la hemorragia, aún así, no tenía más opción que seguir marchando.

Por mi mente pasaban ideas y recuerdos de los buenos días cuando estaba a salvo de esta imperiosa maldición que acongojaba mis sentidos y mi ser. En esos días era feliz, pero dudaba de ello.

Todavía recuerdo a Sarah con su vestido de rayas negras y azules, viéndome con su cara rebosante de alegría, se pintaban en sus facciones felicidad pura tan solo por verme, si tan solo en ese entonces hubiera pensado en su valor, en tenerla a mi lado.

Un recuerdo parecido se cruza por mi mente, ella con el mismo vestido, frente a mí, yo acostado en una cama de hospital, sufriendo por el primer golpe de la enfermedad, el dolor que sentí ese día aún está en mis pesadillas. Seria fácil de olvidar si no lo volviera a sentir cada tanto tiempo, ya contar las veces que he recaído es un esfuerzo inútil.

Tan rápido pasan estos pensamientos por mi cabeza, pero no tengo tiempo para volver al pasado, ni siquiera en mi mente, en este lugar el miedo y el peligro real se mantienen presentes.

No tengo la menor idea de a dónde voy, ni en qué isla fui a parar tal vez el final del mundo. Ni pobladores, ni exploradores aceptarían de buena manera acompañarme en esta expedición, lo sé porque les ofrecí jugosas recompensas y todos rechazaron el pago.

No tengo más opción que liberarme en esta espesa oscuridad, igual no tengo nada que perder, la muerte no llegara a mi tan fácil, nada puede dañarme de verdad.

Mi muerte, no llegará, por más que me lastimo, sano, no muero, intente acabar con mi vida y salte de un décimo piso. No funciono. Ni tampoco lo logré saltando del vigésimo. También el dolor es temporal. Viene y se atenúa.

Me curo inexplicablemente, y la muerte por más que la busco no quiere reclamar mi alma, tan mancillada y marchita por tantos años de vagar, mis rostro no envejece, pero mis amados si lo hacen, he visto como todos mueren y se marchitan frente a mis ojos.

Mi Sarah, tan hermosa a su manera, jamás la volveré a ver, gasto su vida intentando ayudarme, cada vez más débil y cansada, yo perdí la fe hace muchos años, cuando aún vivía la primera de mis vidas, pero ella hasta el último de sus alientos se mantuvo firme, su mirada mostrando determinación a pesar de sus arrugas. Han pasado ya 50 años desde su muerte y aún la recuerdo cómo el primer día

Lo único que ha valido de mi vida tan larga, son las riquezas que he reunido, ninguna con un valor real, tan vacías y planas para mí, inservibles para la felicidad, solo son el combustible que ha impulsado mi búsqueda sin frutos, dando esperanzas donde no las hay. Sarah si creía, pero yo no, mi único regalo para ella en su muerte, es seguir intentando.

Aun maldigo ese día, donde mi padre con voz lúgubre me hablo de ello, la única forma de que parara era dar un descendiente; pero yo por más que sufriera jamás delegaría este dolor para otro, no un niño inocente, no alguien nacido de mí, jamás pensaría en hacer dicha barbarie, jamás permitiría que otro sufriera esto, no, no lo haría, yo tendría que encontrar una cura, saldría de esta, no importaba cuantos años.

Busco refugio en una cueva cercana, debo cerciorar de que algo no aceche en su interior. Para mi alivio estoy solo, yo con mis pensamientos, solo en esta sombría caverna, por su entrada puedo divisar las estrellas surcando el firmamento, la luna brilla en lo más alto, dejando su marca en la copa de los árboles.

Atontado por el brillo, me pierdo en mis pensamientos. Aun en mi mente esta, cada aventura, cada travesía por el mundo buscando mi sanación. De cada época, rango e importancia en su tipo, he visto doctores, chamanes, sacerdotes, yo mismo he practicado de todo tipo de medios para sanar, y nada ha dado frutos.

Esa bruja en Albania, conocía mi estado, ella sabía que tenía, solo me dijo que ella no podía dar sanación, quizás unas cuantas vidas atrás lo hubiera hecho, pero esta perdición que se aferraba a mi carne, se fortalecía con cada nuevo huésped que recibía, por lo que sabía siempre se quedaba con algo, mi padre por ejemplo el cáncer ataco pocos meses después de que inicio mi sufrimiento.

Esa hechicera, incapaz de darme lo que quería, se apiado de mí y me hablo de este lugar, y ella sabía más de lo que contaba, podría asegurar que algo tuvo que ver con esto que cargo, o quizás su familia. Tan solo di gracias por la información y añore los resultados. Hoy aquí estoy en busca de mi salvación, y la posibilidad de acabar con las penas que llevo encima, para poder estar al lado del amor que se me fue arrebatado por la edad y la muerte que a todos llega menos a mí.

Sin darme cuenta caigo en un pesado sueño, las imágenes pasando de un lado a otro, las voces, todo se entre mezcla en mi cabeza, un llanto, un llamado, una voz que dice mi nombre, un silencio frio y cortante. Repentinamente un dolor invade mi cuerpo, siento como crujen los huesos, mi brazo se ha partido, despertando por tal insoportable sufrimiento, intento en la desesperación enderezarme, la sangre corre en mi.

Las lágrimas se mezclan con la sangre, y vuelvo a escuchar una voz, no, son muchas voces, en la locura de mi pena, logro centrarme en ello, las distingo, es mi Sarah, pero no está sola en mi mente, escucho una voz temible, salvaje y corrupta, como el chirrido producido por el metal. El dolor es demasiado y he caído irremediablemente en la sombra, mi cuerpo no soporta, y me desmayo por las sensaciones de este padecimiento.

Despierto ya de tarde, mis ojos apenas se adaptan a la luz del día, logro ver que mis heridas han sanado, la sangre seca por doquier, encima de mi cuerpo, y el piso está totalmente cubierto. Siento como el hambre se apodera de mí, y la debilidad de mi cuerpo por el último ataque de la maldición. Me levanto y decido ir en busca de comida, caminando en dirección a donde sale la luna de noche. Logro encontrar fruta para alimentarme, nada del otro mundo pero suficiente para mantener saciada mis ganas de comer, innecesarias para mantener mi vida.

Camino durante mucho rato y llego a la orilla de la isla, puedo vislumbrar los últimos rayos del sol, ocultándose en la lejanía en el límite de la tierra, la luz en el mar resplandece, un fenómeno que inunda mi vista lo más hermoso que mis ojos han visto, la paz que trasmite me me da fuerzas para seguir, , pero ya no hay donde ir, en mi travesía he ido por todos lados, este es el lugar, donde debería estar, lo puedo sentir.

Pronto la sensación de calma se reúne conmigo, la misma que experimente en aquella voz, poco a poco, la luz decae, y da paso a la noche. La luna se alza en el gran mando estelar iluminando los cielos. Su fuerza, es extrañamente reconfortante, mis dolencias, la debilidad que mi cuerpo siento quedan atrás. Decido adentrarme en las aguas, frías al tacto, con la fuerza ondulante de la corriente, como un gélido abrazo. Nado sin parar hasta llegar a un sitio no muy lejos de la orilla pero lo suficientemente adentrado en el mar.

Solo espero y medito, con mi cabeza flotando en el agua, mis cabellos largos flotan sobre la superficie dibujando extrañas formas. De pronto ciento una fuerza más intensa que me llena, abro mis ojos repentinamente, solo pensando que una vez más se presentara un ataque, pero no, esto no es dolor, es paz y calma que llenan mi espíritu. La luna se eleva sobre mí, su resplandor cubre cada parte del hermoso líquido que me rodea, sobre las montañas y riscos se encuentra dejando su maravilloso brillo.

Como si mi vida no fuera por su cuenta un hecho imposible, quedo anonadado al ver que del firmamento bajan sarcillos de luz, no vienen de el gran satélite, no pero se desprenden de su luminosa presentación, estos giran y toman formas una y otra vez, animales y personas, flores y árboles, se confunden con las estrellas. Hasta que por fin hacen contacto con el agua, bañando su resplandor por todos lados, siento como mis dolores cesan, y algo sale de mi cuerpo.

Entre la magnificencia que presencio se muestra otra fuerza, son sarcillos oscuros, tiras negras que salen de mi cuerpo y se funden en el agua negra del océano. Ciento una tierna voz, que habla a mi oído. No escucho lo que dice realmente, sus palabras son imposibles de comprender, pero siento como me desea lo mejor.

De golpe siento dolor en mi cuerpo, no entiendo que ocurre, se supone que era libre, el dolor aumenta, quema mi ser, siento como cada año, cada vida, cada enfermedad que no viví, y por supuesto todas las heridas que sane, mis intentos de muerte, todo ello vuelve a mí.

Es el fin, solo dolor se aproxima, me envuelve y desgarra. Pero la luz hace presencia, el resplandor de la luna se dirige hacia mí, como si un faro se tratara, me eleva. Mi cuerpo se extiende y sube de las frías aguas, ya no siento dolor. Veo el mundo alejarse, nada tiene forma, todo se retuerce, solo veo luz, y mucha paz. Al final de aquel brillo veo una formas, mujeres y hombres impecables, con ropajes brillantes y hechos a medida, en el medio de la sala una esbelta mujer, cuyos cabellos asemejaban a la plata fundida, sus ojos azules con el mar profundo, en su mirada se veian vidas incontables, a pesar de la joven que parecía, realmente no tenía edad, no sabría decir se era una adolescente de 15 años o una mujer de 30, su apariencia cambiaba según la miraba más, pero algo más hermoso que la dama se presentó en la sala.

A un lado se encontraba mi tierna Sarah, viéndome con inmensa felicidad, sin pensarlo me aproximo a ella a toda velocidad al igual que ella a mí. Nos fundimos en un abrazo, seguro de que todo estará bien.