Mr. Hoffman miró por la ventana de la gran sala de su casa, ese día cumplía 89 años, y decidió regalarse un buen día, comería lo que quisiera. Al diablo con los doctores, destaparía aquella vieja botella de whisky cubierta de telarañas que estaba en el armario y disfrutaría profundamente ese momento.

En un tiempo funcionó la posada, pero los malos tiempos hicieron que fuera cerrada, el pueblo mismo está solitario; como le gustaría regresar a Alemania, pero nadie paga un valor razonable por la propiedad, así que debe resignarse a su realidad.

Ya se sirvió el Whisky, va a su butaca, pero antes, lentamente, tratando de controlar el temblor de sus manos, devela el cuadro de ella, pensó que no lo haría nunca más, pero hoy lo hizo, contempló el medallón que usó ese día, en su primera cita, el sombrero que heredó de su abuela.

_{Foto del post de @vivigibelis}

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