Concurso Coti-amigo: Semana 9 | 👻 Arte en Halloween🎃 | por @cruzamilcar63

Un fervoroso saludo para todos los amigos que comparten nuestra idiosincracia de Latinos y se encuentran dentro de esta magnífica comunidad, manifestándole al mundo las excelencias de nuestras apitutudes.

Se acerca el terrorífico 31 de octubre y la amiga @shasiki nos invita al Concurso Coti-amigo: Semana 9 | 👻 Arte en Halloween🎃, con la finalidad de que demos rienda suelta a nuestra creatividad artística y exploremos, a través de esta, el oscuro mundo del misterio y el terror. Intentamos estar a la altura del compromiso, tanto con la composición visual como con la escritura. Esperamos que así sea.

OTISNART ED AIDRAUG

---

El nombre raro estaba allí, en su Bandeja de entrada: Otisnart Ed Aidraug; ella inmediatamente lo iba a transferir a Correo no deseado, pero el impulso incontenible de una repentina curiosidad abrió aquel mensaje para encontrarse con la imagen que, en un primer momento, nada le dijo porque se trataba solo de eso: una imagen a la que no acompañaba explicación alguna. Fue cuando comenzó a detallarla que se dio cuenta de que se trataba de un espejo en el bosque; dentro de este se encontraba una joven atrapada mirando, aterrorizada, en otra imagen que se hallaba fuera del espejo, una mano que sostenía un bate de béisbol con manchas de sangre y atravesado con largos y amenazantes clavos. La temática del terror jamás le había interesado por eso eliminó el Correo despreocupadamente y continuó revisando los demás hasta que se dio cuenta de que se le estaba haciendo tarde para dormir.

Después de más de una hora dando vueltas en la cama, tuvo que reconocer que la imagen se había instalado, sin permiso, en las recurrencias de su memoria. Apenas cerraba los ojos, miraba el pánico de la muchacha que sentía el certero peligro del bate reforzado con enormes púas metálicas. Intentó pensar en algo agradable para apartar el inquietante cuadro de su memoria, sin embargo, cuando comenzó a quedarse dormida sintió con una lucidez escalofriante que era ella quien se hallaba atrapada en el espejo. A su angustia desquiciada la rodeaban paredes de cristal que no conducían a ningún lado y hacia adelante solo estaba la amenaza de aquella mano sosteniendo el arma que no la dejaba salir. Se despertó bañada en un sudor frío y oyendo el tintinear de sus propios huesos que se negaban a dejar de temblar.

En cuanto estuvo calmada, rescató de la Papelera el correo porque necesitaba comprobarse a sí misma que aquella imagen no tenía tantos elementos terroríficos como para ser capaz de arrebatarle su tranquilidad. No llegó a mirarla de nuevo, debido a que se concentró en el nombre que acompañaba el mensaje: Otisnart Ed Aidraug, parecía latín, o francés, o cualquier otro de esos idiomas desconocidos para ella. En el buscador de internet no existían muchas referencias sobre el asunto. Los resultados advertían que probablemente quiso decir otra cosa, que revisara algunas entradas que se parecían a lo que ella había escrito y otras sugerencias similares. Decidió preguntar en un chat dedicado a los temas góticos y alguien le contestó que “Otisnart Ed Aidraug es el nombre del protagonista de un cuento creado por un narrador desconocido a quien encontraron muerto con una nota en la que aseguraba que lo había asesinado el mismo personaje principal de su historia.” Esto le pareció un disparate, pero, en última instancia, nada tranquilizante, ya que en lugar de aclararle algo lo que hacía era agregarle más misterio a la situación.

Sin dormir nada la sorprendió la mañana y tuvo que partir, con la desazón y el sueño como pasajeros de su automóvil, hacia su lugar de trabajo. No hacía calor, pero encendió el aire acondicionado para que el frío contribuyera a despejarla totalmente. Aturdida y distraída, no se dio cuenta del pequeño ciervo que atravesaba la vía sin ninguna precaución. El frenazo esparció un largo chirrido que perturbó la tranquilidad del ambiente y el coche se detuvo justo frente al animalito que se quedó paralizado unos instantes y después echó a correr. Ella respiró tranquila, pero el ruido de una moto anunció la presencia de un guardia de tránsito. Nada malo podía pasar, pensó, el ciervo había salido ileso y ella debía continuar su camino. Vendría solo a cerciorarse de que todo estaba en orden. De repente miró por el espejo retrovisor que el agente tenía en sus manos un pesado bate de béisbol manchado en sangre y atravesado con unos largos y filosos clavos. Se sintió presa, encerrada en el terror, porque en el último instante comprendió, con la lucidez de los moribundos lo que revelaba OTISNART ED AIDRAUG cuando se lee en sentido contrario, de derecha a izquierda.