Historias de terror: "Una deuda en el más allá"

Nadie está preparado para que, una noche cualquiera, le vengan a cobrar una deuda del más allá...

_{Imagen diseñada en PowerPoint/ F/ F}

---

Carmela, una anciana que vivía sola muy cerca de mi casa, estaba flotando en mi habitación. Se encontraba vestida con un largo traje negro, me miraba fijamente desde arriba, cruzada de brazos y con unos ojos enrojecidos, cargados de un odio que no parecía normal. De repente estiró los manos hacia adelante para mostrarme sus amenazadoras uñas, mientras mascullaba improperios e intentaba atraparme por el cuello. Entonces me desperté sobresaltado por el terrible escalofrío que se apoderó de mi cuerpo.

Todavía aturdido por aquella inusual pesadilla, sentí los pasos de mi madre en la cocina y me levanté. "Acaba de morir Doña Carmela", dijo en cuanto me vio. "Voy un rato hacia allá porque me están esperando para que acompañe a rezarle un rosario".

Yo había escuchado unas cuantas historias de personas recién fallecidas que, de alguna manera, se manifiestan ante los vivos para ponerlos al corriente de su deceso; pero no entendía por qué esta señora, acabando de morir, se presentaba ante mí bajo aquella terrorífica estampa. Sin saber por qué, me acordé súbitamente del episodio del destapador de baño.

Hacen ya unos cuantos meses, Doña Carmela me prestó un destapador de baño, porque en casa no había y el retrete se encontraba obstruido. Lo primero que me dijo fue que se lo devolviera inmediatamente porque "tú no me lo vas a creer, pero yo tuve que ir caminado hasta dos calles más allá de la Plaza Bolívar para comprar ese coroto". Mientras lo utilizaba, el palo del destapador se partió y, para no devolvérselo así dañado, le prometí que iba a comprarle otro.

Nunca se lo repuse. Y no era que estaba negado a hacerlo, sino que indefectiblemente siempre se me olvidaba. Cada vez que me veía, me preguntaba por su destapador y en estos últimos tiempos le agregaba a su inquebrantable reclamo que, si no le llevaba su coroto, me iba a salir cuando se muriera. "No te voy a dejar en paz", decía muy seria.

Deseché aquellos pensamientos y me dispuse a entrar al baño a orinar para después vestirme e ir a la casa de Doña Carmela. Pero quedé petrificado. El agua de la poceta estaba hirviendo y, a cada momento, formaba trepidantes remolinos que se hundían exhalando unos desquiciados silbidos que parecían venir del más allá.

En cuanto me repuse, salí corriendo para mi habitación; apenas entré, sentí el golpe terrible del palo en mi frente y caí al suelo; entre la bruma de la inconsciencia en que me estaba hundiendo, pude mirar la insólita rabia en los ojos fulgurantes de Doña Carmela, quien flotaba en el cuarto con el destapador de baño entre sus huesudas manos.

A los dos días, cuando al fin pude pararme de la cama, fui a comprar el destapador y lo dejé en la casa de la difunta… La amoratada herida que me cruzaba la frente desapareció al instante por completo y para siempre.

---

---

---

---

---

Invito a los amigos:
@sualeha,
@nooruleman y
@tahispadron

---

_{0, 2 y 3, al final de mis SP}