El buen maestro: El Prof. Enrique

¿Por qué decidiste ser maestro? ¿Qué te impulsó?

Decidí ser maestro por la sencilla razón de que necesitaba platica para mantener a mi familia. Sin embargo, más allá de la simple necesidad de tener un trabajo, la verdad es que desde muy joven siempre me gustó transmitir mis conocimientos tratando en lo posible de ponerme en los zapatos de las personas a quienes enseñaba, y decidí convertirme en docente la vez que me di cuenta que mi cabeza estaba llena de cosas dignas de ser compartidas. Consideré que sería una pena que un día de mañana mis conocimientos, humildemente, se fueran conmigo al sepulcro sin que fueran transmitidos a otras generaciones. En consecuencia, di clases a lo largo de 20 años seguidos.

Lo escribo en pasado debido a que soy un profesor jubilado, ya que no son solo maestros los que enseñan en la primaria; también lo son los que enseñan en otros niveles.

¿Qué hace de ti el que seas un buen maestro? ¿Qué te hace auténtico?

Lo de si fui bueno o malo como maestro, eso habría que consultárselo a quienes fueron mis alumnos. Pero, sinceramente, yo me esmeré, yo di todo por el todo como para que mis estudiantes no se durmieran en el salón y para que algún día me recordaran como el que les dejó cosas útiles en la mente.

Lo que siempre me dicen los exalumnos que a veces me encuentro en la calle, es que yo daba las clases con cierta nota de buen humor, haciendo chistes de cualquier situación.

Todo maestro tiene anécdotas memorables que siempre recuerda. ¿Qué momento en tu trayectoria como docente ha dejado una huella en ti?

Lo que menos se me olvida son las peripecias de sujetos que se destacaron por ser buenos “chuleteros” (término venezolano que se refiere a los estudiantes copiones). Recuerdo a uno que se escondió una grabadora en los interiores. Se trataba de aquellos aparatos que usaban una cinta o cassette. El muchacho se había colocado unos audífonos, cuyo cable se lo metió dentro de la camisa, y cuando lo agarré con las manos en la masa le dije: “Usted tiene cero en el examen. Retírese, por favor”. Sin embargo, el muchacho replicó: “Pero, profe, yo lo que estoy es escuchando música”. Y yo le respondí: “Sí, Lulú. Con ese mismo cuentico preñaron a mi hermana”.

Nombra tres mitos y tres verdades sobre ser maestro.

Tres mitos: El maestro es un sabelotodo, el maestro es casi como un santo y el maestro es seriedad absoluta.

Tres verdades: Es un ser humano como cualquiera; no lo sabe todo, incluso es deficiente en muchos temas; y se fija muy bien especialmente en los mejores estudiantes.

¿Qué te inspira día a día a dirigirte a tu aula de clases?

Eso es igual que el padre que lleva la comida a su familia, pero en este caso el maestro va a su salón de clases a llevarles conocimientos a sus estudiantes, porque eso hasta cierto punto es un alimento espiritual que traerá como consecuencia que las personas se conviertan en mejores ciudadanos.

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