¿Alguna vez has sentido que alguien te observa cuando no hay nadie a tu alrededor? —Esa sensación de ser vigilado por un ente sobrenatural puede ser escalofriante— y es exactamente lo que experimenté en una ocasión en la que tuve que atravesar el cementerio del pueblo, para llegar más rápido a casa. Si, vivo muy cerca de un cementerio y eso me ganó un montón de burlas y sobrenombres en la escuela.

Eran cercas de las 22:00 horas, ya había alcanzado la mitad del camino, —el lugar estaba tan silencioso y oscuro como puede estar un cementerio a esa hora—, entonces al cruzar a la derecha en la cripta de los Carver, —una rancia familia de la zona, famosa por sus prácticas espiritistas—, comencé a percibir una extraña presencia de manera muy, muy cerca. Salí corriendo lo más rápido que dieron mis piernas, salté el muro posterior en un santiamén y creí estar seguro al caer en la calle que daba a mi casa.

Me enrumbé hacia mi hogar a paso acelerado, pero a medida que avanzaba sentía más intensamente el peso de unos ojos sobre mí, al punto en el que ya no pude seguir ignorando que algo me seguía. Me detuve y lentamente gire mi cuerpo para descubrir quién o qué seguía mis pasos.

Espere lo que me pareció una eternidad, finalmente apareció ante mí un enorme hombre cubierto con ropa negra y pasamontañas sobre su rostro. No encontraba palabras, —más bien no encontraba mi voz—, mientras ese ser se acercaba a paso lento pero firme. Solo percibía aquel ominoso silencio anunciando que algo iba a pasar. Mi corazón quería salir de mi cuerpo intentando decirle a mis piernas que arrancaran a correr; entonces de repente la adrenalina acumulada, me inyectó la agilidad para darme vuelta y arrancar una nueva carrera hacia mi casa, que estaba ya a vuelta de la esquina.

Afortunadamente conseguí llegar, abri la puerta y la cerré haciendo mucho ruido. Espere, pegado de espaldas a la puerta y volví a escuchar esos pasos —lentos y firmes— acercándose a la entrada. Sin embargo, pudo más la curiosidad, me agaché frente a la ventana, corrí un poco la cortina y lo vi…. Era un hombre, vestido de negro de pies a cabeza, que seguía caminando a paso lento pero firme por frente a mi casa, continue agachado por un largo rato, paralizado de miedo, hasta que papá encendió la luz de la sala, — se había despertado por mi ruido al entrar— y le conté mi aventura. De más está decirles que nunca más he vuelto a acortar camino para llegar más rápido a casa.

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