— Estamos por entrar a una capa de nubes ubicada a 3600 metros de altura. Se escuchó decir al jefe de la cabina a través de los parlantes. Las nubes nos rodearon en un santiamén mientras descendíamos, la experiencia de ir entrando en un mar de nubes nos fascinó y celebrábamos con aplausos el regalo que la naturaleza nos estaba dando.

De repente, la cabina comenzó a bambolearse peligrosamente, fuertes ráfagas de viento la batían de un lado a otro como si fuera un avión de papel. Sentimos el primer tirón cuando uno de los cables se partió haciendo descender rápidamente unos 20 metros la cabina del teleférico. Todos los pasajeros estábamos paralizados más por el miedo que por hacerle caso a los llamados que a mantener la calma, nos hacia la gente de seguridad.

Sentimos el tirón del segundo cable al reventarse, esta vez la caída fue mucho más rápida. Comenzamos a reaccionar con gritos y alaridos al terminar de darnos cuenta que el tercer y ultimo cable comenzaba a fracturarse al no poder sostener el peso con los 60 turistas dentro.