Cuando mi esposa entra en modo Feng Shui, como yo le digo a esos días en que se conecta con la energía universal, se pone intensa y no hay quien la pare; lo mejor y más sabio que puedo hacer es quedarme muy callado sin moverme. Nada, ninguna cosa que yo haga o diga puede hacerla salir de sus trances.

Un domingo con mucha niebla al inicio de la temporada decembrina, empezamos los preparativos para pintar y decorar la casa, y al subir al techo entró en modo Feng Shui:

—Mira…. Pero que maravillas. Te imaginas!! Cada pequeña molécula de agua es convocada por la humedad de la neblina y van quedando atrapadas en esos hermosos hilos de seda que las arañas tejen.

—Todo está lleno, la reja, el techo; oh… es un milagro de la naturaleza, parece un pesebre o un arbolito decorado con minúsculas gotitas. Oh Dios que belleza, todas esas telarañas se cubren de perlas de agua, como si de un millar de collares se tratase. Son “telarañas de Navidad”.

—No puedo dejar de extasiarme con las maravillas de Dios y los regalos que nos da en las cosas más pequeñas. Voy a tomar fotos y subirlas a mis estados...

Para hacerlo corto, casi le da una apoplejía al leer el comentario que de las fotos le hizo su hermana:

—Hermana, ¡que asqueroso!, se ve que hace un año no limpias el techo de tu casa…. Está cundido de telarañas…—