Reflexiones de un sapo

Señor conductor, me gustaría preguntarle ¿por qué me ha matado? Porque yo no encuentro una razón de peso que justifique mi muerte repentina. ¿Qué soy un bicho feo? No, esa tampoco es una razón convincente. Y si esa es su convicción, ¿por qué usted no se pone en mi lugar? Sí, como lo está escuchando de mí: Usted también es feo. Incluso usted bien puede hacer el papel del rey Momo de los carnavales. Pero, sin embargo, creo que por eso ningún conductor loco le va a echar a usted el vehículo encima.

¿Qué por qué me atravesé? La respuesta es sencilla, señor. Soy un animal silvestre y me muevo por todas partes. Si supiera que, antes de que por aquí existieran casas y calles, aquí lo que había eran sabanas, chaparrales y los morichales donde mis parientes suelen vivir. Pero, no sé por qué usted nunca se pone en mi lugar. Es decir, ¿le gustaría ir distraído por la calle y que de repente un carro le lleve por delante? Eso sería terrible, sobre todo para los familiares que dependen de usted.

Los sapos, aunque no tengamos familias como los humanos, también somos seres útiles. Nosotros nos encargamos de controlar las poblaciones de insectos. Bichos que sin nuestra contribución se convertirían en las plagas que son proclives de arruinar las plantaciones de las que vive la gente.

“Ya no se puede hacer más nada”. ¿Ese es su otro argumento? Pero déjeme decirle que, aunque yo ya no pueda resucitar, cerca de aquí hay decenas de sujetos como yo, y creo que sí se puede hacer algo a favor de ellos. Simplemente hay que respetar sus vidas. De modo que, estimado señor, quizás hoy o mañana mismo otro sapo se le va a atravesar en la vía, pero, por favor, no lo aplaste y déjelo vivir.

_{Invitación: @nexcis, @mariagood, @sultanaceh
10% para @hive-190211}