Aprendí en la playa a comer ostras🦪🍋.

Vacaciones y playa🏖️, ese era el regalo de mis padres cuando me promovían de año escolar, el entusiasmo natural de conocer la playa, era obvio, como niño correr por la orilla de la playa, jugar, pararme en la orilla y preguntar hasta donde llegaba la playa porque veía que no tenía fin ya que el cielo azul al reflejarse en el agua me hacía pensar que era infinito.

Entrar al agua después de escuchar las recomendaciones de papá y mamá, sobre todo estar pendiente del oleaje, de no alejarse de la orilla, de las personas adultas y de untarse las cremitas protectoras del sol. Ver los diferentes vendedores ambulantes de helados, sombreros, salvavidas, bisutería artesanal, ostras, vuelve a la vida y muchas otras cosas eran tan normal que formaban parte del paseo. Aprendí a comer ostras🦪🍋 con un chorrito de limón con mi papá, mi mamá era partidaria de llevar la comida preparada en una cava.

Ya adolescente no tomé en cuenta las recomendaciones sobre el sol y pasé por la experiencia de una insolación, la exposición excesiva a los rayos solares hizo que se me presentaran síntomas como: dolor de cabeza, piel enrojecida y caliente que al tocar sentía molestia, parecía que mi cuerpo había absorbido todos los rayos de sol☀️. Sentía alivio cuando me ponían una toalla húmeda con agua fría.

Hay los que se mueren por ir a la playa y los que poco les gusta, pues a estas alturas de mi vida estoy en el lote de los que no les gusta recibir tanto sol, llenarse de arena no es atractivo, la brisa caliente no es placentera, ademas ir a la playa en temporada alta cuando hay que pelear hasta por un pedacito de playa puede volverse como aburrido.