El frío de la culpa

in hive-193637 •  4 years ago 

Luciano tenía problemas de vista y desde mucho tiempo atrás no era capaz de reconocer a nadie. Tanto era su problema que una vez, en unos de sus escasos momentos de ternura, tomo por los hombros a uno de sus nietos y le dijo:

  • Tu eres la persona más varonil de la familia, ¡Incluso me ganas a mí!

Más tarde se enteró que se lo dijo a unas de sus nietas que se había cortado el cabello por los hombros. No volvieron a hablarle ni ella ni sus padres y eso no le importó a él. Su familia era irrelevante para él.

Luciano cada vez estaba más solo, pero aquella fría noche había algo en la niebla de las calles, en las sombras de los árboles y en la ausencia de las estrellas en el cielo que lo hace sentir extrañamente acompañado. Era un presentimiento.

El se asomo por el balcón viejo de su departamento con una tasa de café en la mano, y miro en una esquina de la calle a una mujer. A pesar de que veía tan mal que confundía las sombras con las luces, supo que esa señora hacía tiempo había sido su esposa, la madre de sus hijos. El problema es que ella estaba muerta.

  • ¿Por qué mierdas vienes a molestarme ahora, puta?
    ¿No te bastó con fastidiarme en vida?

Regreso al interior de su hogar y se encerró en la gran habitación que le había quedado cuando enviudo. Se colocó encima dos abrigos de lana y descolgó las persianas, ya no deseaba sentir frío.

Sin embargó, la puerta de su apartamento se abrió y la casa de lleno de niebla. El escucho pasos pesados en el pasillo, sintió en sus huesos como unas largas uñas arañaban las paredes. Sin pedir permiso, su antigua mujer entro en la habitación.

  • Hola, Luciano...

El miro su rostro gordo y arrugado y recordó todas las noches tormentosas que tuvo que soportarla... Hasta que la envenenó. Incluso después de su muerte seguía atormentádolo.

  • Vine a dormir aquí, Luciano... Este también es mi hogar - le dijo ella.

Luciano suspiró, busco los tampones en la mesilla que tenía al lado de la cama y se los coloca en los oídos.

  • ¡Está bien, está bien! Puedes dormír aquí. ¡Pero nada de abrazos!

Esa noche, Luciano durmió mal atormentado por el frío de la culpa sin saber que su mujer no solo había regresado para fastidiarle el sueño. También lo había hecho para llevarselo al otro lado.

Ni en el más allá pudo dejarla: ambos estaban unidos por siempre.

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