La inevitable vanidad

Las personas vanidosas son bastante comunes sobre todo en el ambiente laboral donde existe la competencia. Esa característica de aires de grandeza, ese afán excesivo de ser valorado, reconocido o admirado por sus méritos y que dan por sentado que los demás deben rendirle honor, termina por generar conflictos.

Conocí una persona con esas características, era mi subalterno en una cuadrilla de trabajo. En mi ausencia, se herejía como el jefe del grupo apelando a que tenía 30 años trabajando para la empresa y que gozaba de toda su confianza. Cada vez que regresaba recibía la queja de sus compañeros por tal arrogancia, creando un ambiente de hostilidad y desagravio.

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Finalmente, acabé con ese conflicto, aislándolo en otra actividad donde no tuviera relación con un grupo de trabajo. Con el tiempo esa persona continuó cometiendo errores por ese excesivo impulso de creerse mejor que los demás y terminó saliendo de la empresa, esta vez hizo méritos para ello.



Definitivamente no. Estoy de acuerdo con la opinión de expertos que señalan la arrogancia como un comportamiento aprendido. Son personas eternamente conflictivas por su necesidad de hacer creer a los demás que son los primeros en todo, carecen de empatía, son soberbios, se enojan fácilmente por la mínima discrepancia y les encanta echar la culpa a los demás de sus fracasos.

Ese comportamiento sistemático hace difícil la comunicación y genera sentimientos negativos o de rechazo hacia ellos. Por cierto, son peores cuando algunos aduladores le enriquecen su ego.

Ser arrogante no está bien para alguien que pretende conseguir lo mejor de los demás.



Con toda seguridad tras la arrogancia existe una persona insegura y llena de conflictos internos que ha crecido en un entorno con figuras de autoridad excesivamente complacientes, sobrevalorados, sin aprecio por el esfuerzo propio, minimizando el esfuerzo de los demás y sin empatía con los problemas o emociones de los demás.

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Son personas que evitan la autocrítica y no toleran las críticas de los demás. En un ambiente competitivo se refugian en su arrogancia y soberbia, utilizando cualquier medio con el fin de magnificar cualquier logro que pudiera rendirle un aplauso que aumente su posición ante los demás.



No estoy de acuerdo con esa aseveración. La humildad es una virtud que debemos practicar a diario, es lo contrario a la vanidad. Creo que las personas más admiradas y respetadas son las que demuestran humildad, no solo en su pensamientos sino en sus actuaciones.

El exceso de humildad, es ausencia de vanidad, sin embargo en este mundo actual tan distante de los valores y las virtudes, para muchos podría verse como algo raro y hasta se calificaría a una persona excesivamente humilde como hipócrita o farsante.

La humildad es un preciado tesoro de la humanidad.



Saludos a @cruzamilcar63

Notas:

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