Esta historia se parece a la mía

_{Portada diseñada en PowerPoint/ Imagen propia/ F}

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Si existe un personaje de ficción que concuerda en algunos aspectos de su historia con mi existencia, ese es Don Quijote de la Mancha. Claro, debemos guardar las distancias que existen entre ese emblema gigantesco la literatura universal y un individuo tan anónimo como el que ahora escribe. Yo jamás me vestí de caballero andante y salí de mi tierra a "desfacer entuertos", a luchar por la justicia que debiera reinar en este mundo, ni estaba tan convencido como el noble hidalgo de que contaba con la capacidad de cumplir con tal alta misión.

Sin embargo, al igual que el excelso personaje de Cervantes, un largo trecho de mi vida transcurrió en un pueblo alejado del contacto con los grandes centros urbanos y me dediqué a leer, no solo libros de caballería, como el Quijote, sino todo los textos, revistas y suplementos que cayeran en mis manos. Eso no me convirtió en un completo enajenado de la realidad circundante, pero sí me transformó en un ser soñador, en un muchacho que, por cierto tiempo, estuvo sumergido en su mundo particular, que no participaba de los juegos en que tanto se divertían sus contemporáneos.

Mientras mis amigos andaban montándose en los árboles, bailando trompos, jugando metras, lanzando piedras con una china (gomera o resortera) o en cualquier otra actividad que surgiese en el momento, yo estaba leyendo e imaginando que los habitantes de mi pueblo se comportarían de la misma manera que los personajes de ficción; pensando que si todos actuáramos con la sensatez que debe prevalecer en la cotidianidad, ese terruño donde vine al mundo se erigiría en un espacio de felicidad total, sin las mezquindades que entorpecen la armonía que debe existir entre los seres humanos; eso que, a fin de cuentas, anhelaba el insigne caballero de la Mancha.

Todos mis compañeros tenían entonces una mentalidad práctica y un sinfín de habilidades para desenvolverse en el medio ambiente en que nos encontrábamos y yo, en cambio, estaba siempre buscándole una explicación profunda a cuanto aconteciera a mi alrededor; para todo tenía unas palabras bien pensadas, unas razones que parecían ecuánimes, pero a la hora de actuar, de jugar o maniobrar, exhibía una torpeza abrumadora. Fue por esa razón que me convertí, sin darme cuenta, en el árbitro de las más mínimas disputas que ocurriesen entre aquellos recordados amigos de la infancia.

Ante cualquier duda, porfía o desencuentro, si no me encontraba presente, me iban a buscar en mi casa. Lo mejor que recuerdo de esa etapa de mi vida es que, la mayoría de las veces, mis amigos confiaron en los criterios que yo exponía y se evitaron así muchas apasionadas disputas y la costumbre de resolver a puñetazos los desencuentros más acalorados también se disipó. De modo que puedo decir que, aunque de una manera diferente, al igual que Don Quijote de la Mancha me dediqué a "desfacer entuertos" y a soñar con un mundo donde imperase la justicia.

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Invito a los amigos:
@pea07,
@mayberling y
@zory23

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_{Nota: Las imágenes pertenecientes al autor fueron tomadas con la cámara del teléfono móvil, modelo: Samsung SM-A135M.}