Lo que no esperé del 2024

_{Imagen propia/ F}

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Cada vez que se termina un año, hacemos votos, expresamos nuestros deseos, porque el próximo sea mucho mejor y, aunque sabemos que es normal que en la vida se nos presenten algunos problemas, solo anhelamos que no sean tan graves y podamos resolverlos de manera fácil y rápida. Muchas personas sostienen que aprendemos más y valoramos mejor lo que logramos cuando debemos enfrentarnos a grandes obstáculos, ante esas situaciones en que los errores y las dificultades nos obligan a reflexionar, investigar y rectificar para alcanzar el éxito. Sin embargo, nadie en su sano juicio le ruega al universo que le llene de escollos el sendero a la hora de emprender cualquier actividad porque quiere llenarse de sabiduría.

Fueron unas cuantas las complicaciones que se presentaron en mi existencia durante el 2024 para alterar el ritmo de mi cotidianidad, para que mi indetenible preocupación, en estos casos, se interpusiera y me condujese a la intranquilidad; sin embargo, por razones de espacio, solo me referiré a dos de ellas. El primer percance surgió por una avería de mi viejo pero fiel automóvil. Una mañana de febrero cuando salí a llevar a mi esposa al trabajo, sentí de repente que se quedó sin presión el pedal de los frenos, se hundía libremente sin que, por supuesto, el carro hiciese la más mínima intención por detenerse. Menos mal que eso sucedió dentro de la residencia, sin que hubiese salido todavía a la calle.

Debido a que no tenía dinero, tuve que esperar una semana para que viniese un amigo mecánico a revisar el auto, quien ya por teléfono me había advertido que podía ser la bomba y todo lo que se debía gastar en caso de que ese pronóstico fuese cierto. Por fortuna, solo se trataba de un cilindro dañado y pudo repararse comprando unos pocos productos. Fue en verdad un alivio, ya que en mis ráfagas de pesimismo vislumbraba al automóvil por un largo tiempo parado ante mi imposibilidad para comprar todos los repuestos.

El otro problema significativo e inesperado me ocurrió en el mes de octubre: una severa dolencia en el oído izquierdo. Comenzó con unas punzadas leves que luego se transformaron en un pequeño dolor que fue incrementándose hasta cubrir todo el lado izquierdo de la cabeza. Recurrí a unas gotas que tenía en casa, pero solo me aliviaron un poco. Como tenía algo de dinero, investigué sobre algunos otorrinos en las clínicas cercanas para que me examinaran, sin embargo, el precio de las consultas excedía en un gran margen mis posibilidades financieras. Alarmado por aquel insistente dolor, acudí a un ambulatorio, donde un médico que estaba de guardia me revisó los oídos con la linterna del teléfono porque no tenía otoscopio… Tuve suerte de nuevo, ya que el diagnóstico fue la presencia de un hongo que podía combatirse fácilmente.

Las personas que ya hemos pasados el umbral de los 50 años y que, por desgracia, este sistema de gobierno nos dejó sin un salario digno, además de que desbarató los institutos de previsión social que atendían con gran efectividad la salud y otros aspectos de muchos profesionales, tendemos a agobiarnos ante estas situaciones que, en otros tiempos, solucionábamos sin tantas dificultades.

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Invito a los amigos:
@alexandergudino,
@lanegra2804 y
@andrea89

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_{Nota: Todas las imágenes, excepto el paisaje de la portada, pertenecen al autor y fueron tomadas con la cámara del teléfono móvil, modelo: Samsung SM-A135M.}