El poder de la palabra / Mi maestra me llamaba "burro con zapatos"

Aunque estemos en silencio las palabras siempre están allí resonando en nuestro pensamiento, y aunque tratemos de acallar la mente, las palabras vienen rapidito a interrumpir nuestra quietud. Las palabras hay veces que hasta nos arruinan el descanso, porque en medio de los sueños escuchamos voces, tanto conocidas como desconocidas.

Indudablemente que las palabras tienen poder. Y vaya que sí lo tienen, tanto para bien como para mal. Las palabras de dulzura de nuestras madres alguna vez tuvieron el poder de calmar nuestros temores. Por otra parte, si alguna vez hicimos disgustar a nuestras madres, es muy probable que el significado de sus gritos no haya tenido los mismos efectos. Sin embargo, todas las frases de cariño, de aliento o de rabia, más que destruirnos, nos hicieron ser mejores personas. Por eso es raro que sintamos rencor por la que nos dio la vida.

Lamentablemente en la vida hay muchas personas intolerantes, entre las cuales me incluyo. A mí me tocó estudiar en la época en que a las maestras se les permitía el castigo físico hacia los alumnos y, aunque yo era solo un niño, el odio que sentí por algunas de mis maestras fue un sentimiento verdaderamente maligno. Y es que no se trataba solo de que a uno se le castigaba a punta de coscorronazos, pellizcos y cachetadas, sino que también se le castigaba verbalmente. Muchas veces escuché a una maestra que nos decía: “burro con zapatos”, “cerebro e’ gato”, “cabeza e’ coco” y demás apelativos.

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Los medios de comunicación son unos ases utilizando las palabras más adecuadas para llamar la atención del público. La competencia comercial es inclemente y los duchos en publicidad se las ingenian para enganchar a los consumidores. En la política el asunto es un tanto similar, aunque acá lo que más predomina es la manipulación y la mentira y pocas veces la verdad verdadera. De modo que, en la época en que vivimos, llamada también la época de la información, debemos ser muy cautos con las palabras o con todo el huracán de mensajes que recibimos.

Y en lo personal, como para no andar metiéndonos en líos, es bueno aplicar el viejo dicho que dice: “Piensa dos veces antes de hablar”.

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