A través de una plantación caminaban el padre y el hijo, pero sobre ellos flotaba un objeto que no tenía nada que ver con el Espíritu Santo. Entonces el chico señala y le dice al otro:

-Mire, apá.
-¿Qué pasa, Chuy?
-¿Qué es esa cosa que está parada allá arriba? Los aviones no hacen eso. Está parado en el aire, como un chupaflor.
-Ay, hijo. Se ve que a usted no le enseñan nada en la escuela. Eso es un guaroplano.
-¿Guaroplano? ¿Cómo así?
El hombre duda y cambia de parecer:
-Creo que les llaman alecóteros. Son los que hacen esas maromas.
-Tampoco es un helicóptero, apá.
-¿Y por qué no?
-Porque no tiene la cosa que da vueltas arriba.
-¡Miércoles! Entonces eso debe ser un espanto.
-Ay, apá. Usted está como mi abuela, puro hablando de espantos y aparecidos.
-Mire la cosa esa. Tiene un foco encendido en el centro. Debe ser que nos están echando fotos. Se burlan de uno. Menos mal que no tengo la escopeta, porque seguro que los bajaría a plomazos.
-La maestra nos aconsejó que debemos sonreír a los turistas. No nos dijo nada de correrlos a tiros.
-En verdad cada día que pasa inventan unas vainas.

De repente, el objeto arranca y se pierde en el horizonte.

-Ahora hacen los aviones sin alas y los ponen como mudos, porque no hacen nadita de bulla –dice el hombre.
-Le preguntaré a mi maestra. Ella debe saber sobre esas cosas. Ella nos enseña bastante.
-Supongo que al que enseña mejor es al marido.
-¿Cómo así, apá?
-Olvídelo, muchacho. Mejor nos vamos. Su mamá nos prometió unas arepas de maíz pilado con quesito ahumado. ¡Vámonos!