Mis historias detrás de algunas frases

Tengo varias historias acerca de frases que me quedaron impresas en la mente y una de ellas surgió la vez que me encontraba en clase de un profesor a quien le gustaba preguntar al alumnado con el fin de que nadie se durmiera. De todos modos, al que agarraban distraído lo que se llevaba era tremendo regaño. Entonces, yo, como para no quedar sin decir ni siquiera un embuste, le dije a mi profesor: “Bueno, yo creo que…”, pero el señor no me dejó completar mi respuesta, porque de seguro intuía que yo no iba a acertar en nada, y lo que dijo fue: “Caballero, en el único en que hay que creer es en Dios”.

Pasaron los años y la frase de aquel profesor volvió a mi memoria cuando escuché decir a un testigo de Jehová lo siguiente: “En el que hay que creer es en Jehová porque la mente del hombre es traicionera”.

En otra ocasión, cuando era un adolescente, me encontraba en mi escuela simulando una pelea de kung-fú con unos compañeros, cuando en medio de aquella algarabía, de repente, llegó el director del instituto y nos paró en seco con su voz altisonante: “¿Se puede saber a qué se debe tanto escándalo? ¿Qué están haciendo?” Como la mirada del señor se detuvo en mi rostro, yo le respondí: “Solo es un juego entre amigos”. Y el hombre agregó: “Amigo es ratón del queso. Dejen el desorden y mejor váyanse a estudiar”.

Y ciertamente, volviendo a la frase de aquel testigo de Jehová, la verdad verdadera es que los amigos son relativos y no absolutos, y que probablemente es más sincero o mucho más fiel un perro que alguien a quien consideramos incluso como nuestro hermano, pariente o amigo dizque del alma. Porque lamentablemente, así es la naturaleza del hombre, de lo contrario Cristo nunca hubiera sido negado por Pedro o jamás hubiese sido vendido por Judas al precio de 30 dólares.

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