He vuelto a sentir que la ansiedad y la preocupación se apoderan de mí. A veces me es difícil conciliar el sueño.

Mientras espero por el técnico, no puedo evitar pensar y preguntarme: ¿Qué haré? ¿Qué debo hacer?

Por suerte, el hombre es puntual y no le da más tiempo a mi mente para seguir torturándome.

Hablo con él y le muestro lo que quiero para que sepa el trabajo que tiene que hacer. Me muestra lo que encontró, y una vez más me siento preocupada. No siempre todo sale como queremos. Esta es una de esas veces. Me preocupo por el trabajo que debe hacer, por lo que este costará. Solo somos mi madre y yo. Tengo unos ahorros y, junto a su sueldo de esta semana, los usaremos para pagar por el trabajo.

¿Por qué me preocupo tanto? Estoy sin trabajo. Me está costando conseguir empleo. Últimamente se han hecho varias reparaciones necesarias en el hogar. Mi presencia es necesaria para poder ordenar y limpiar. Por suerte, una de las dos sí trabaja. Debido a eso, yo me ocupo de las tareas del hogar.

Espero que se terminen las diligencias que hacen falta para que no sea necesaria mi presencia y así me concentre por completo en la búsqueda de empleo.

He tratado de comunicarme con el técnico, quedó en avisarme el costo total del trabajo que debe hacer. Sin embargo, de nuevo no me contesta. Por temporadas creo que es tragado por la tierra. Es molesto, como soy quien debe asegurarse de que el trabajo se haga bien, soy quien tiene el trato directo.

Han pasado dos días desde que tomó las medidas y se comprometió a comunicarse.

Por otro lado, el primo me resolvió el problema del bote de agua que tenía el aire. Se debió al olvido de todos por soltar la manguera por dónde iba a salir el agua.

Eso no me preocupa tanto. Es un problema menos. Espero por la respuesta del técnico, que haga su trabajo. Y así yo poder salir y hacer mis diligencias sin tener que preocuparme por algo más.