- Casco histórico de Caracas
En los años 50, la capital venezolana vivió un vertiginoso desarrollo arquitectónico que le hizo dejar atrás su calificativo de “ciudad de los techos rojos”. Sin embargo, en el centro histórico de la agitada urbe se conserva parte de la infraestructura del periodo colonial y, con ella, sobreviven cientos de historias escalofriantes que aún asustan a más de uno.
Unos de los lugares más emblemáticos son la Casa Natal de El Libertador y el Museo Bolivariano, estructuras contiguas en donde se conservan mobiliario, ropa y pertenencias de la familia Bolívar. Los propios guías de estos museos dicen haber sido testigos de manifestaciones sobrenaturales, al presenciar cómo se abren y cierran puertas y al escuchar voces no identificadas. Incluso, algunos aseguran que una niña con ropa de la época ha sido avistada en diversas ocasiones paseándose por patios y pasillos; presumen que se trata de una de las hermanas del Padre de la Patria, que aún estaría penando en el lugar.
El Museo Sacro, instalado en los terrenos de un antiguo cementerio, también ha sido escenario de supuestas apariciones de espectros. Entretanto, en la Biblioteca Nacional, trabajadores dan fe de apariciones del Conde de San Javier, el aristócrata que le dio nombre a la esquina donde se ubica la edificación: la esquina El Conde. No muy lejos de allí, algunos vecinos del puente El Guanábano -desde donde antaño solían saltar quienes deseaban quitarse la vida- aseguran que aún se dejan escuchar los gritos de los desesperados suicidas.
Caracas, una ciudad que solía ser sumamente oscura y repleta de neblina, fue escenario para el nacimiento de una innumerable cantidad de leyendas, algunas de las cuales fueron inmortalizadas en los nombres de las famosas esquinas del centro de la ciudad.
- Los Llanos
El llano venezolano es tan amplio como misterioso. Mientras en horas del día, la vida transcurre con una tranquilidad tan placentera que sirve de escape perfecto para el estrés de las grandes metrópolis, el silencio extremo de sus noches estrelladas bajo la luna llena podría resultar más inquietante de lo esperado. De boca en boca, se han transmitido por años las historias de personajes tan macabros que, según aseguran, salen a castigar y a cobrar vidas humanas.
Uno de ellos es El Silbón, un hombre que tras haber asesinado a su padre con sus propias manos, pena por la llanura llevando a cuestas un saco lleno de huesos. Se cree que sus víctimas son los borrachos y los mujeriegos, a quienes despedaza sin piedad. La “buena” noticia es que este espanto avisa de su presencia con un silbido característico, escalofriante y confuso: si está lejos se lo oye cerca y si está cerca se lo oye lejos.
Otro fantasma que aterra a quienes visitan el llano es La Sayona, una mujer traicionada y con una sed insaciable de venganza. Materializada en una figura femenina, alta y atractiva, esta aparición se atraviesa en el camino de los hombres infieles y hace que éstos la sigan para guiarlos hasta algún cementerio o lugar desolado, donde revelará su verdadero rostro: una calavera.
Por último, pero no menos aterradora, lo mejor es no encontrarse con el alma atormentada de La Llorona. Diversas versiones existen sobre su origen; una de ellas cuenta que se trató de una mujer que asesinó a su bebé porque lloraba mucho y, al darse cuenta de lo que había hecho, se suicidó. Su alma habría quedado deambulando por llanuras y pequeños pueblos por los siglos de los siglos, aterrorizando a su paso con su llanto terrible y desgarrador.
- Las ruinas del Doctor Knoche y sus momias
Dentro del verde y húmedo espesor del cerro Waraira Repano, específicamente en el sector Palmar del Picacho, en Galipán, estado Vargas, se encuentran unas ruinas que encierran una historia verdaderamente fascinante y poco conocida. Se trata de la finca Bella Vista, que perteneció al enigmático médico alemán Gottfried Knoche (1813-1901) a mediados del siglo XIX, donde se hallan los restos una casa, un laboratorio y un mausoleo que contiene las momias de toda su familia y del propio doctor, gracias a una misteriosa fórmula que él mismo inventó.
El doctor Knoche llegó al Puerto de la Guaira en 1840, en donde empezó a ejercer su profesión ganándose la fama de persona caritativa. Como amante de la naturaleza, comenzó a realizar excursiones al cerro, quedando fascinado por su verdor y clima agradable, por lo que decidió construir una propiedad en lo alto de la montaña. Otra de sus grandes pasiones era descubrir cómo evitar la descomposición del cuerpo humano tras la muerte, por lo cual comenzó a trabajar incansablemente en una sustancia que permitiera momificar a los cadáveres sin extraer los órganos.
En su obsesión por perpetuar el cuerpo, comenzó a experimentar con cuerpos no reclamados de la Guerra Federal, por lo que empezó a ganar fama de practicar la magia negra. Por tal motivo, Knoche decide instalarse definitivamente en la montaña con su familia. Allí instaló un laboratorio donde terminó de desarrollar un líquido que se inyectaba en el torrente sanguíneo para momificar definitivamente. La fórmula que jamás fue revelada.
El alemán conservó en su propiedad decenas de momias e incluso fue responsable de momificar a distinguidos hombres como Tomás Lander y el Presidente Francisco Linares Alcántara. Además, construyó un mausoleo con nichos destinados a cada uno de los miembros de la familia, incluyendo uno para él mismo. Momificó a su mujer, a sus hijas y hasta a sus perros, y, antes de fallecer, dejó previsto el suero que conservaría su propio cadáver.
Estas instalaciones no pudieron resistir al paso del tiempo ni a la profanación y hoy en día no son más que ruinas. Sin embargo, lo que sí se conserva intacto es la sensación aterradora que produce el patético lugar, donde han aparecido momias fuera de sus criptas, desmembradas o flotando en pozos de agua, con su ropa en hecha jirones. Por supuesto, no faltan los cuentos de camino que hablan de sonidos extraños y también de una maldición que ha caído sobre quienes han osado extraer propiedades de la finca: la maldición del doctor “Canoche”.
- Cementerio General del Sur
Fundado en 1876, el Cementerio General del Sur es el camposanto más grande de Caracas. En él fueron sepultadas célebres personalidades del país, como los pintores Armando Reverón y Martín Tovar y Tovar, los poetas Juan Antonio Pérez Bonalde, Andrés Eloy Blanco y Aquiles Nazoa y varios ex Presidentes de la nación. Lamentablemente, la belleza de muchas de sus tumbas, esculturas, mausoleos y panteones, verdaderas obras de arte, han quedado aisladas de la ciudadanía debido al caos que protagoniza esta necrópolis caraqueña.
Pese a que se han tomado algunas acciones en materia de seguridad, el Cementerio del Sur no sólo ha sido víctima de un enorme descuido en términos de mantenimiento, sino que también ha quedado convertido en una cuna de delincuentes, y en un lugar altamente atractivo para grupos que realizan ritos de magia negra, brujería y rituales satánicos. El crecimiento descontrolado de la maleza, tumbas profanadas y osamentas expuestas son sólo algunas de las señales de que en este camposanto todo reina menos la paz.
Son innumerables los mitos que nacieron en este cementerio. Especialmente, están los personajes que se han convertido en objeto de pleitesía, para bien o para mal. Ejemplo de ello es la tumba de Ismael Sánchez, un delincuente presuntamente asesinado por la policía en los años 70. En torno a él se ha desarrollado una historia muy parecida a la de Robin Hood, que, entre realidad y fantasía, lo convirtió en el santo más importante de la “Corte Malandra”. Ante su figura de 80 centímetros, que lo representa con lentes de sol y un revólver en la cintura, acuden cientos de personas a pedirle favores. Entre alcohol y tabaco, algunos rezan para que sus seres queridos salgan de la cárcel o se alejen del crimen, mientras otros sencillamente piden protección a la hora de cometer un delito.
En la oscuridad de la noche, misteriosas bandas merodean por el lugar con picos y palas para violar las criptas y así extraer huesos y calaveras –los de los niños son los más valorados-, que luego utilizarán para traficarlos para su uso en prácticas ocultas. Según atestigua parte del propio personal de esta necrópolis, hay incluso evidencias de casos de violaciones y de necrofilia, además de todo tipo de actos macabros.
El estado cada vez más caótico y siniestro del lugar ha ahuyentado a los familiares de los difuntos allí enterrados. La celebración de rituales de magia negra que se efectúan con el objetivo de lanzar maldiciones en contra de los enemigos ha creado un aura terrorífica en un territorio que debió estar destinado al descanso eterno.
- Sorte
“En la montaña de Sorte, por Yaracuy, en Venezuela, vive una diosa”. Así inicia la popular canción del maestro panameño Rubén Blades, que inmortaliza la magia de una montaña legendaria, ubicada en el centro occidente del país suramericano. El cerro boscoso es escenario de culto popular a María Lionza, una deidad indígena venezolana que concentra creencias católicas, aborígenes y africanas y que ha adoptado elementos del vudú e, inclusive, de la brujería.
La construcción de altares en honor a la reina es una de las principales actividades de los peregrinos, quienes acampan en el lugar y realizan ceremonias de adoración, purificación y despojo que incluyen aguardiente, cigarrillos, tabacos, frutas y flores. Los creyentes dan fe de la potencia de su deidad, que les permite realizar danzas rituales sobre fuego o sobre vidrios y sesiones espiritistas en la montaña.
Así, Sorte se ha convertido en un portal de contacto con el más allá. Sus visitantes, tanto fieles como curiosos, han podido presenciar la posesión de cuerpos por parte de demonios, espíritus y santos, con quienes lograrían establecer comunicación para bendecir o maldecir, según sea la intención. Los médiums son capaces ingerir botellas completas y consecutivas de ron o caña clara (aguardiente) de un solo golpe y exhiben una transformación casi completa de su voz y de su expresión facial una vez poseídos.
En la montaña se han establecido pequeñas comunidades que habitan en cuevas y viven de manera casi rústica. Estas personas aseguran que el lugar es milagroso y que, a la vez, está rondado por demonios. Su fascinación es tal que atrae a visitantes de manera permanente, algunos para venerar a María Lionza y a la corte de las “Tres Potencias”, otros para practicar actos de magia, tanto blanca como negra, y algunos otros que sólo desean ver con sus propios ojos.
Sin embargo, hasta los más escépticos han manifestado haber sido testigos presenciales de escenas que difícilmente podrían explicar. Entre la mezcla del fuerte sonido de los tambores y las intensas oraciones que más bien parecen susurros, la imagen de personas que se retuercen en el suelo antes de desdoblarse y hablar en dialectos extraños, las heridas de objetos punzo penetrantes y del fuego que posteriormente se curan sin razón alguna y el misterio propio de un ambiente selvático y tan lejano al día a día, viajar a Sorte puede ser una experiencia espiritual para unos y aterradora para otros, pero ciertamente inolvidable para todos.