En Venezuela (al menos en mi época) los llamábamos Muñecos o Muñequitos para los de tamaño pequeño y diferenciarlos de las “muñecas” de las niñas. Venían en muchas versiones y materiales: soldados, personas, animales, dinosaurios, cosas; de plástico, de metal y pare de contar.

Me gustaban especialmente los de la marca LEGO, que tenían partes intercambiables y se podían conectar entre ellos o con las construcciones que hacía. (También recuerdo que a los LEGO le llamábamos “rompecabezas”).

Cuantas horas de juego pasé con los amiguitos, armábamos tremendos escenarios e inventábamos historias muy emocionantes. También entré en muchas discusiones cuando tocaba decidir quien había ganado “la guerra” o el juego que habíamos creado.

Los Muñequitos forman una hermosa parte de mi niñez, me permitieron desarrollar mi creatividad y habilidad para contar historias, o como decía mi mamá: “Es que usted es muy inventador, José Luis”, a veces contenta, a veces molesta.

Ahora de adulto sigo usando Muñequitos, soy terapeuta, consultor en Programación Neurolingüística y constelador familiar. Los Muñequitos prácticamente cobran vida cuando los uso con el propósito de darnos una mirada del sistema familiar de una persona, de si misma o de una organización.

Estos Muñequitos de las fotos son los que utilizo en las consultas, talleres y sesiones. Tengo como 100 y los trato más que como juguetes, como a colegas en el arte de brindar apoyo y asesoría a una persona o familia.