Entrando en la estancia, pude sentir una atmósfera un tanto inquietante, como si el mismo aire que respiraba estuviera enrarecido. El olor del espacio envejecido, le daba un mayor toque de misticismo al ambiente, sin quitar el hecho de que el mármol blanco resplandecía en las paredes, ya que ciertos detalles estaban hechos de ese material.

Nos condujeron al primer pasillo, donde se exhibía un cuadro que parecía ser una fotografía. Nos dijeron que el artista practicaba el hiperrealismo lo cual me pareció fascinante. ¿Qué lo diferencia de una fotografía? Desde donde yo estaba, nada parecía diferenciarlo… En este cuadro, se podían ver algunas aves emprendiendo el vuelo con un atardecer de fondo. Parecían estar en la sabana, por la gama de colores marrones que reinaban en el mismo.

Ante esta visión, me sentí con mucha paz, aunque también estas aves me dieron una sensación de libertad, como si pudiera tener un poco de su vuelo, imaginándome allí. Unos segundos después me invadió la melancolía, porque este cuadro para mí representaba el carácter efímero de un momento, un segundo que ya no existe.

Luego la fila se movió y mi grupo junto con esta, hacia una nueva obra por visitar. Antes de poder verla, escuché un sonido de estremecimiento que recorría la multitud, sin poder diferenciar muy bien si se trataba de asombro o inquietud. Como yo estaba en unas filas lejanas, tuve que esperar unos segundos para poder observar con detenimiento el nuevo “cuadro”. En él se observaba una figura humanoide, parecida a las que siempre relacionamos con “aliens” la cual mostraba una postura preocupada o confusa. Aunque visiblemente no tenía algo parecido a una “pupila” podía yo ver una mirada distante, perdida.

No parecía un cuadro convencional, lo cual pude ver más adelante, cuando me di cuenta que el fondo, con nubes grises y al parecer cargadas de lluvia y una playa no muy atractiva parecía pintado, pero el humanoide, así como otros elementos, eran modelados con algún material que no pude identificar a simple vista.

Estaba confundida. Este último cuadro no era como todos los demás que habíamos visto ni de una corriente artística que yo conociera. ¿Se habrán equivocado de cuadro? ¿Nos habían mostrado por error alguna obra psicodélica, encargo de alguna persona con gustos extravagantes? Mi mente no podía con tanta cavilación. La obra me hacía sentir extraña, como si estuviera triste y desesperada al mismo tiempo. Quizás era una sensación de impotencia y miedo que sobrepasaba el cristal que nos separaba de aquel extraño muñequito.

Y cuando no podían confundirnos más, la figura se movió, sobresaltando al grupo de personas que estábamos allí, yo incluida. Ahora yo pensaba lo fascinante que debió haber sido crear un animatrónico tan curioso y… tan fluido en su movimiento.

O eso pensaba cuando el presentador describió la obra…