Tengo tanto tiempo queriendo hablar sobre esto, queriendo expresar mis ideas, pero sobretodo necesitando llenar mi cerebro de conocimientos sobre el tema. De tanto desearlo creo que lo atraje mentalmente, debido a que esta semana encontré un libro maravilloso, llamado “LAS TRES CARAS DE LA MENTE”.

Un PATRÓN, es un comportamiento o pensamiento que provee un orden básico a nuestra vida. Cada patrón aprendido es una experiencia registrada y almacenada en nuestra memoria, con la finalidad de que no se pierdan en el tiempo y estén siempre al alcance propio.

Sin memoria y sin la existencia de patrones, nuestros conocimientos no existirían, por ejemplo, tendríamos que aprender cómo escribir cada día, porque no existiría un registro que se mantenga en el tiempo sobre dicha experiencia.

Estamos construidos por patrones, por experiencias que quedan encriptadas en nuestra memoria. En muchas ocasiones luchamos contra ellas, debido a que sabemos que no aportan algo positivo a nuestra vida o porque generan conflictivos tanto internos como externos.

Y aquí esté un punto clave, normalmente cuando intentamos modificar una conducta y lo estamos logrando, puede existir un punto de “caída” donde volvemos a experimentar ese patrón “eliminado”, y al percibir esto, nuestro cerebro dice: “Ya no hay nada que hacer”, “no lo puedes lograr”, “ríndete”. Pero aquí hay algo interesante, estos comportamientos, no son eliminados de nuestra memoria permanentemente, viven ahí, rezagados y ocultos, esperando cualquier estímulo para salir a la luz. Y este es el momento de hacerse consciente de cada patrón que poseemos, de tomar fuertemente el volante e intentar permanecer firmes.

Ahora que hemos entendido, como funciona nuestra mente y la forma en que almacena los comportamientos, nos adentramos en el intenso mundo de los patrones heredados.

Con patrones heredados, nos referimos a aquellos que son moldeados e instaurados desde nuestra infancia y adolescencia, en donde repetimos aquello que nos rodea y que es cotidiano observar. Durante la niñez, nuestro primer y más influyente entorno es nuestro hogar, por lo que solemos perpetuar en nuestra memoria aquellos comportamientos o experiencias repetitivos que se desarrollan en la casa. En la mayoría de los casos, tenemos conductas que no reconocemos o aceptamos porque tienen su origen en esta etapa de la vida que no recordamos intensamente.

No es culpa de mamá o papá, primero debido a que una cosa es decirlo y otra ponerla en práctica, y segundo porque probablemente desconocían el inmenso poder de nuestro cerebro y su capacidad de aprendizaje y eso es natural. Lo peligroso es cargar con esto por siempre, pues emotivamente deja estragos.

La memoria durante la infancia es más vulnerable, absorbe todo lo que ve y se apega a patrones con mayor facilidad. No podemos condicionar nuestra realidad a nuestro pasado, ni a las cosas negativas que nos ocurrieron ya que tenemos el poder de modificarlo y está dentro de nosotros. Para ello debemos intervenir en estos patrones, perdonar, soltar y sustituir estos pensamientos/ comportamientos por unos más sanos y que nos generen paz.

El primer paso para lograrlo, es desear cambiar esa conducta que no nos suma , el segundo es reconocer o descubrir ese patrón que no te permite evolucionar , y el tercero, buscar ayuda profesional y si esto no se puede, es importante hacerse consciente del problema , intervenir en la cadena, reemplazar la acción con otra y apoyarla.