Mi mayor travesura: viajar con todos mis peluches escondidos en el carro | Post por @zmoreno

Principalmente, recalco que soy amante de los peluches desde muy pequeña; de hecho, solía decirles «animales» y cualquiera que los llamara de forma distinta se llevaba un mal rato. Yo no me despegaba de mis animales por nada del mundo; los llevaba en bolsos o maletines, en mis manos o en el asiento de al lado.

_{De pequeña, con un peluche en las manos. Foto de mi propiedad.}

Varias veces mi familia y yo visitábamos otros estados en los tiempos de vacaciones, a los cuales llegábamos en nuestra camioneta luego de largos y divertidos viajes por carretera. La primera vez que lo hicimos, mi mamá me dijo claramente «no vas a llenar el carro de peluches», pero estas palabras realmente no entraron en mi cabeza; ¡yo no podía pensar una vida sin mis peluches! Así que, secretamente, metí TODOS mis peluches en la parte trasera del carro entre cobijas y almohadas; mi abuela, que vio todo el proceso e iba en la parte de atrás conmigo, se quedó callada y me acompañó en mi travesura. Cuando arrancamos y estábamos lo suficiente lejos, sucedió algo más o menos así:

«¿Y todas esas almohadas de dónde vienen?» preguntó mi mamá al ver las cobijas que rellenaban el suelo.

«Son los peluches de Isabella» contestó mi abuela con una risa contenida.

Inmediatamente mi mamá desarmó las pilas de peluches y se encontró con un montón de polizones, pero ya era demasiado tarde para regresar y dejar los peluches en casa. El más resaltable era una enorme tigresa que de ninguna forma cabía en los maletines, y que a día de hoy conservo:

_{La tigresa. Foto de mi propiedad.}

En ese momento, triunfadora, abracé mis animales y llegué a todos los lugares siguientes con un peluchito en mano. De hecho, eran tantos que algunos solían extraviarse por donde yo pasaba en el hotel o en el centro comercial; esto metía a mi mamá en grandes aprietos, ya que tenía que buscarlos o yo me pondría irremediablemente triste. Una vez, un pequeño conejo se coló entre las sábanas de una de las camas y acabó en la lavandería, donde mi mamá lo consiguió luego de haber puesto de cabeza aquel hotel donde nos hospedábamos.

_{El conejito que se había perdido. Foto de mi propiedad.}

Definitivamente eran una carga, pero gracias a los peluches pude dormir y pasar mis vacaciones de lo más tranquila y feliz.

Todavía tengo muchos de estos peluches sobre la estantería de mis libros.

_{La estantería de mi cuarto. Foto de mi propiedad.}