No se trata de solamente referir que sea determinado u tal o cual pensador o filósofo sea bien intencionado o no que sea amigo o enemigo de las pretensiones intelectuales de otros. Siempre esa biliar manifestación de establecer como destructora y demoledora todo lo que no es de uno, cometemos ese principio de considerarnos como Adanes, nada reales y de toda concepción inauténticas.
Porque mientras para el vulgo pensar de muchos diáfanos llegaron las hordas, lo que nombrar con total desprecio y de formas tan despectivas los nuevos bárbaros que invaden el universo virtual. Cuando careciendo de verdadera formación intelectual, científica del orden social como la histórica, de la epistémica que subyace a ellos, nos evocamos en tiempos de que fuesen los bárbaros, aunque partícipes de la caída del Imperio Romano.
Son por ello, también los que movieron de forma imparable, que se crean filósofos, literatos, sabios. Evidenciando la nula separación que de búsqueda y pretensión de apropiación del saber manifiestan cada uno de los mismo, el filósofo no se considera sabio, ni mucho menos porque dejaría de ser filósofo si lo fuese. Cualquiera que opina de lo que ni sabe ni conoce, es una terrible expresión incomprensible en el campo lógico. Más cualquiera que se comporta como un periodista, que se le afirma que abre un blog, una página, un grupo. Y opina, y opina y se hace eco de un gran eco que resuena atronador y que repite la palabra: ¡IGNORANCIA!
Olvida lo que sabían aquellos que entraban a la academia, o al liceo, y que también habrían de compartirlo con otros inquietantes lugares como los pitagóricos o de las futuras herencias posteriores a Alejandro Magno.
Tenía razón pues, Aristóteles, el gobierno de las masas sin una formación de libertad como ciudadana, en lo que actualmente podemos reconocer como republicanismo, es eso que se llama democracia en su sentido originario, de que todo lo corrompe si no pone las formas y espacios para evitar mayores corrupciones, porque sin querer lo simplifica terminándolo ejerciendo como una diatriba banalizada. En especial lo que siempre ha sido patrimonio de los apocalípticos, cuando esa expresión no es ni remotamente negativa en el género literario afirmado por la esencia literaria judaica propia de la cual.
Lo talmúdico es siempre que como ya tenía razón, por igual, Ortega y Gasset. Logrando que sean los integrados, aquellos que llegaron para quedarse. Ya no podrán ser echados de la ciudad virtual.
Una real desgracia, imparable como lo es ya la presencia del automóvil en las grandes ciudades. Para lo cual por muy cíclico que manifestarse Hegel en su actuar histórico y su herencia a posteriori, la manifestación de Umberto Eco que lejos de señalar que se ha embravecido, se puso incómodo, se ha preocupado preocupado. ¿Qué será en el futuro de lo que en otra época se llamaba la “alta cultura”? Sin más romanticismo, somos o cultivados o no, porque terminará siendo una distinción innecesaria de los niveles más absurdos en tiempos democráticos de clasismos pretéritos.
Parece que estuviera lamentándose del populismo venecubano en lugar de la toma del poder virtual por los que atentan contra los sistemas democráticos y lo mejor que ella manifiesta, no sus sistema per se, sino la lectura de el respeto irrestricto a los derechos humanos , al estado de derecho y a la búsqueda de justicia desde una equidad que no se centre solamente en la igualdad.
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