Ellos lo sabían desde el principio. Estaban preparados para el asalto a la democracia, a la libertad. Ellos maximizaron los problemas de aquel momento y los describieron como lo peor que podía acontecer a un pueblo. Prometieron cambiarle la vida a todo un país que fue seducido por una verborrea embrutecedora y el raciocinio dio paso a las emociones para identificarse con un líder carismático pero profundamente mentiroso y resentido. Ya instalado en el corazón de sus seguidores, donde las emociones dominan, solo se esperó que le fuera entregado un poder sin restricciones y un tratamiento mesiánico para iniciar su acción devastadora, y así lograron destruir a toda una nación de las más prosperas del mundo.
Ellos saben que es dolor, pena y sufrimiento todo lo que han proporcionado en 20 años, pero lo niegan descaradamente por el afán del poder que les permite el consecuente e ininterrumpido saqueo de nuestras riquezas. Ellos saben cuanta hambre, desnutrición, muerte y despojo han promovido, pero no es suficiente, necesitan más porque las ansias de riquezas son insaciables. Ellos saben todo lo que sufrimos pero no les importa, porque nunca les importo, nunca han visto al país sino como a un botín a repartir entre maleantes.
Ellos saben que se trata de un meticuloso genocidio, pero no les importa. Ellos saben que, salvo los que se enriquecen y aquellos tarifados que venden sus almas y la de sus familiares por migajas, hay un pueblo inmenso que los repudia al ver y padecer el daño que han causado. Pero ellos también saben que su tiempo se terminó y están desesperados, porque la gente aprendió que con ellos en el poder no existe sino penuria y tiranía.
Ellos conocen que les llegó la hora de irse, así lo exige la libertad, la democracia y las ansias de prosperidad de un pueblo que no se da por vencido. Ellos saben que están quemando los últimos cartuchos porque su estadía en el poder está llegando a su fin, porque así lo imponen los deseos de libertad y democracia de una Venezuela que reclama, que exige un destino mejor. El destino que se merece.