Esa noche observaba el firmamento, en su estelífero buscaba ese sentimiento que te hace sentir insignificante ante la magnanimidad de la existencia observable o física, esa noche no lo conseguí. Todo lo contrario conseguí un impulso de conquista, el impulso de intentar domar a las estrellas.
Ahora aquí estoy, jugando con el fuego vivo de lo incomprensible, con toda mi piel quemada, sigo rondando por el vacío, perdiendo más que ganando, pero en pie hasta que el calor de la voluntad de mi cuerpo de carbono se desvanezca en lo fugaz de la infinidad.
06/10/2022
Tomás A. Márquez L.