Caracas era un pañuelo y las familias se conocían entre sí. El chisme reinaba. Para asustar a los que curioseaban las vidas de los demás, se creó la leyenda de la mula Maniá. Supuestamente el animal corría por las calles de piedra atropellando a chismosos y a los enamorados que se reunían fuera de las horas “decentes”.
La esquina de Socarras
El Rafael Ellelker, a quien le decían “Don Rafael el Inglés” estableció una farmacia en Caracas. Este médico vendió luego dicha botica por setecientos pesos a Don Javier de Socarrás, quien fijó su residencia en una casa grande situada al lado del establecimiento que había comprado.
En esta popular esquina de La Candelaria vivió y murió el Dr. Socarrás, médico nacido en Puerto Príncipe, Haití. Llegó a Venezuela en 1757. Su casa fue sede de la Botica de Socarrás, donde expedían medicinas.
La gente comenzó a hablar de “la botica de Socarrás”, para indicar cualquier dirección en el centro de Caracas. Aquella esquina quedó consagrada para siempre como “una de esas deliciosas vitrinas de la entrañable crónica caraqueña”.
De esta manera la fama de la esquina de Socarras crecio y crecio hasta convertirse en una esquina referencial en la cotidianidad caraqueña
Tiene su momento trágico en la historia cuando en 1900, en esta esquina sufre un atentado el entonces Presidente Cipriano Castro.
La esquina de Puente Yanes
Esta esquina debe su nombre al Dr. Francisco Xavier Yanes, originario de La Habana, Cuba, que llegó a Venezuela a principios del siglo XIX.
Se destacó por su participación en los hechos de emancipación y por realizar escritos sobre nuestra historia nacional.
Estuvo casado con la hija del Dr. Socarrás y estableció su casa de habitación en la esquina siguiente a la de su suegro.
Cerca de esta esquina, a finales del siglo XIX, el arquitecto Hurtado construyó un puente que oficialmente se llamó Puente Antonio Guzman Blanco.
Sin embargo, teniendo el pueblo la referencia del Dr. Yanes, siempre lo llamó Puente Yanes, tal como se le conoce.
La esquina “Peligro”
La denominación de esta singular esquina, obedecía a que era uno de los sectores más inseguros de La Candelaria.
También desde allí se tomaba un camino abierto utilizado para el pastoreo del ganado. Para el siglo XIX estas esquinas era un campo abierto con algunas chozas, donde por la noche los delincuentes robaban a los inocentes transeúntes.
Eran los linderos de la ciudad, reinaba la soledad ya que las casas en ese entonces estaban muy distantes. Las pocas personas que llegaban hasta el lugar eran viajeros y quienes llevaban su ganado a pastorear y solo lo hacían de día porque de noche era muy peligroso.
Para nuestro próximo itinerario, las esquinas de: “Pele el ojo, Plaza España y San Lázaro”
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