El final del camino, el final de las vías, el final de la guía, el final de la carretera, el final de un puente.
Hay muchos finales diferentes, ¿no es así? Todos los humanos al escuchar la palabra final, nos volvemos locos e inmediatamente pensamos en algo malo. El final del paquete de galletas escondido bajo la cama, el final de un hermoso viaje, el final de un familiar, el final de una vida sin vivir. Pero no necesariamente los finales son malos y no siempre traen cosas malas consigo.
Puede ser el final de un mal momento, el final del sufrimiento, el final del hambre, el final de la guerra, el final del racismo, el final de una tormenta.
Los finales pueden traer cosas buenas consigo. Representan un ciclo de la vida que ya está cerrado, con el fin de abrir uno nuevo y diferente. No necesariamente mejor, pero diferente. Un final siempre traerá cosas nuevas, buena o malas, pero nunca antes vistas. Se cierra una etapa, para abrir una nueva. Se cierra una puerta, para abrir otra. Tristemente para muchos, los finales son inevitables, no se puede escapar de ellos.
A muchos nos gustaría que los finales de las cosas buenas nunca llegaran, yo me incluyo en ese grupo, pero si las cosas buenas nunca se terminan, ¿cómo lo harás las cosas malas? Bueno, podría no haber cosas malas, pero ¿cómo aprenderíamos de nuestros errores si nunca nos equivocáramos? De los errores, y las cosas malas, siempre hay algo de lo que se puede aprender. Siempre hay algo en lo que se puede mejorar.
Los finales son sinónimos de nuevos comienzos, cosas nuevas, experiencias nuevas, sensaciones, sentimientos, sabores, todo nuevo. Nadie quiere quedarse atrapado en lo mismo, sin importar que tan bueno o que tan cómodo sea. Todos queremos cosas nuevas, extrañas, mejores y peores. En el fondo todos esperamos con ansias la hora del final, para saber que pasará después.
El final siempre llega, tanto para lo bueno, como para lo malo.
Todas las vías en algún momento deben acabar, para comenzar un nuevo viaje.