HISTORIA

in life •  6 years ago 

ESPERO LES GUSTE ESTA HISTORIA, ESTA GENIAL, AGRADECERÍA SU APOYO

Nos guste o no, la vida es una gran cosa, y en ella suceden numerosas situaciones divertidas. A veces, algunas historias son más interesantes y apasionantes que algunas películas.

Genial.guru te trae estas confesiones alegres, contadas en primera persona, que te llenarán de alegría con sólo leerlas.

En el supermercado. Mi mujer me pidió que le comprara un suavizante para la ropa. Bueno, comprar, comprar, no. Me pidió que tomara una foto del mostrador y que se la enviara. No es de mi competencia elegir, no me corresponde.
Me acerco al mostrador. Comienzo a tomar fotos. De repente, un hombre, a mi lado, me muestra su móvil y dice:
— ¿Quiere que le mande las fotos de todos los suavizantes que hay aquí? Por WhatsApp. Tengo todo un álbum completo. Cada botella, por ambos lados, primeros planos.
— Ah, no, gracias, de momento sólo me ha pedido que le envíe una panorámica.
— Qué suerte tiene...
— Pues sí, pero gracias por la oferta. ¡Qué buena idea con WhatsApp!
— Sí, pero no es mía. ¿Ve a aquel hombre que está tomando fotos de detergentes? Fue él quien me las envió. Y yo ahora tengo una sesión de fotos en el departamento de pañales. Hasta luego.
Una amiga me contó una historia que le pasó en la escuela de conducción. Iba conduciendo el auto con el profesor por las calles de la ciudad. Era verano, hacía demasiado calor. Tráfico excesivo, el coche sin aire acondicionado, costaba hasta respirar. Paran en un semáforo y se produce una conversación:
Amiga: “¡Qué calor hace! Ahora iría a la playa, a bañarme en el lago, a sentir el agua en mis pies. Me compraría un helado y me relajaría inundada de esa sensación de frescura!“
Profesor: ”¡Vamos!“
Amiga: “¿Cómo? ¡No pienso ir con usted a ninguna parte!”
Profesor: ”¡El semáforo, que ya está en verde! ¡Vamos!"
Mi bisabuelo tiene 93 años de edad. Aún conserva su sentido del humor. Hace poco le preguntaron, cómo, según él, consiguió haber vivido tantos años. Sonrió con astucia y contestó: "Las series de televisión me enganchan... Tengo que vivir más para averiguar qué pasará en la siguiente temporada".
Cuando tenía 8 años, mi familia vivía en una casa que tenía, al frente, un parque infantil muy grande. A menudo, mis amigos venían a disfrutar de él. Un día, llevaban ya allí mucho tiempo y mis padres me pidieron que les propusiera que volviesen a casa. Yo, sin pensarlo dos veces, me acerqué a ellos y les pregunte: “¿Tienen hambre?“ Me contestaron con alegría: ”¡Sí, mucha!" Y yo me descargue: “¡Entonces, todo el mundo a su casa!” ¡Mis padres todavía me recuerdan esta historia!
Tengo un chófer particular que me lleva a trabajar y, a veces, me recoge de algún sitio por la noche a cambio de aumentar un poco su sueldo. Un buen ejemplo de ello fue el pasado fin de semana. Bebí demasiado, lo llamé para que me recogiese. Ya eran las 7 de la mañana. Me senté en el asiento de copiloto y me quedé dormido de inmediato. Al despertarme, miro a mi derecha y veo que el auto sigue en marcha, miro a la izquierda, no hay ningún conductor. Vuelvo a cerrar los ojos, y de repente, me despierto pensando: "¡¿Qué está pasando!?" Agarro el volante en estado de shock, siento pánico. Justo después, me doy cuenta de que viajo en la parte superior de una grúa. Ocurrió que el conductor había decidido entrar un momento a su casa y el coche fue retirado de inmediato por mal estacionamiento.
Mi amigo tardó mucho en elegir el nombre para su gato y, finalmente, se le ocurrió llamarlo “Ven Aquí“. Ahora cada vez que alguien pronuncia ”ven aquí", una enorme bola de pelo entra corriendo a la habitación. ¡Es muy divertido!
Estoy en el trabajo. Una llamada de mi esposa; la contesto y oigo la voz de un hombre: “Buenos días, ¿Juan? Su esposa se encuentra ahora en el hospital del Distrito. ¿Puede venir?“ Sin más, salgo corriendo. La encuentro, veo que le han puesto una escayola en la pierna y le pregunto sobre lo sucedido. Ella baja la mirada y susurra: ”Estaba saltando...“ “¿Saltando? ¿Dónde?”, le pregunto. ”Saltaba del sofá al sillón, imaginando un río de lava ardiendo debajo de mí..."
a hermana de una amiga mía realizaba una entrevista de trabajo en una empresa importante. Cuando llegó allí, le preguntaron cuándo querría irse de vacaciones. Ella eligió la fecha al azar. Sobre el sueldo que le gustaría tener, puso la primera cifra que se le ocurrió. Entonces preguntaron si era capaz de hacer algo que no supiese hacer su futuro jefe. Ella reflexionó y respondió: "Puedo tocar mis orejas con los pies". Y lo hizo. La contrataron.
Cuando mi marido y yo vamos a la cama después de una discusión, nos damos la espalda el uno al otro. Una vez, nos reconcilió nuestro gato. Se tumbó en medio de la cama y ​​yo quise abrazarlo. Me di la vuelta, y al mismo tiempo, se volvió hacia al gato mi marido, también para abrazarlo. Y resultó que nos abrazamos. Las paces hechas.
Toda mi vida tenido orejas protuberantes. De alguna manera, sobreviví a las burlas e intimidaciones de mis compañeros de clase, y luego a los chistes en el instituto. Hasta me casé teniendo estas orejas. A mi marido le gustaban mucho, me llamaba a menudo “Orejitas“, lo que me molestaba y me hacía gracia al mismo tiempo. ¡Así que finalmente me operé! Estaba feliz, comencé mi nueva vida, las orejas no sobresalían y me veía estupenda. Pensaba que ya no oiría de mi esposo ni la más mínima palabra sobre este asunto. Pero no, ¡empezó a llamarme ”Sin orejitas"!
Me acerco al portal y veo como un hombre grande y fuerte, lleno de tatuajes y con aspecto tenebroso, pulsa el número de un apartamento en el portero automático. Una voz infantil, muy seria, le pregunta: “¿Contraseña?“ Y el hombre responde: ”Papá pitufo".
Mi padre es un verdadero bromista. Un día, cuando yo era niña, me preguntó: “¿Alguna vez has probado huevos de hormiga?“ Contesté que no. Y al día siguiente, me trajo dos: pequeños, blancos, alargados. En una sartén con aceite, los preparó, los puso en un plato y me sirvió. Durante unas horas me resistí a probarlos. Al final, se comió uno y me hizo comer el otro. Era soso y crujía. Ya mayor, le pregunté: ”Papá, ¿qué diablos era aquello?" Y él me contestó: “Tranquila, sólo eran dos granos de arroz”.
Me encantan los hombres que por la mañana llevan a sus hijos a la escuela infantil. Estos hombres severos y fuertes, cargados de mochilas rosa, conejitos y ositos de peluche. Hoy, vi a un verdadero motorista, de los que van con barba larga y chaqueta de cuero negro, hablándole tiernamente a su hija, mientras ésta le ponía una corona de margaritas.

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