Café Supernova (Relato de ficción)

Me acerqué a su barra pequeña y acogedora, pedí un café muy tinto y caliente al señor que atendía en ese espacio, y debo decir que estaba ocupado en su labor de lavar los trastes de espalda a la concurrencia, por lo que me respondió muy amablemente:

— Ya lo atiendo amigo

Su voz amable y lejana me extrañó un poco pero no hice caso del asunto y proseguí absorto, refugiado en mis pensamientos y rezongando porque todo el día lo perdí en tramites que resultaron negativos en distintas instituciones gubernamentales, y luego, ese aguacero feroz que invadió la ciudad repentinamente.

— ¿Está molesto? ¿Lo puedo ayudar en algo? Me sorprendió el señor de la barra.

y respondí hoscamente:

— No gracias solo quisiera un café muy obscuro y caliente, me siento mojado y temo un resfriado.

El hombre solo sonrió y masculló entre dientes:

— Solo necesitas música

— ¿Música? lo que necesito es llegar pronto a mi casa y tirarme en un sofá a desahogar mi rabia, respondí casi groseramente.

Pues en ese instante y cual película musical de las décadas pasadas, los presentes en el café entonaron una espléndida canción que jamás había escuchado y en medio de mi asombro, mi rabia se fue desvaneciendo junto a mi mal humor, aunque en ese instante todo ocurría casi imperceptiblemente, tanto que cuando me percaté me encontraba sonriente, disfrutando de la compañía de aquellos extraños y tarareando aquella melodía que se hizo tan pegajosa para mi alma...que aun hoy luego de varios años la entono de vez en cuando.

— ¡Se fue la lluvia! dijo una hermosa señorita dentro del recinto, por lo que volviendo en mi mismo, me apresuré a sacar el dinero para pagar e ir arreglando mis cosas para salir de la cafetería.

— No debes nada, me dijo el sonriente hombre de la barra y acercando su mano para estrechar la mía, me comentó:

— Solo regala música a quien lo necesite, ¡tal vez salves su día e incluso su vida!

— Es verdad, ustedes hicieron mi día, borraron mi rabia y frustración, muchas gracias, respondí con emoción mientras me acercaba a la bonita puerta de vitral con marco de aluminio.

Fuente

Ya no recuerdo como llegué a casa, tengo vagamente el recuerdo que la lluvia había cesado totalmente y mi hogar cálido y reconfortante me vio llegar con una sonrisa de oreja a oreja.

Varios días después en medio de mi agitada cotidianidad, recordé la maravillosa cafetería y me propuse ir esa tarde, comí mi almuerzo en la oficina con mi mejor actitud y conversé animadamente con mis compañeros de trabajo y clientes hasta que llegó la hora de salida y acudí a la calle donde conseguí el refugio aquel día de lluvia y frustración. Lo siguiente raya en lo desconocido, al pasar justamente por la calzada donde se ubicaba Supernova no vi tal local, confundido recorrí la acera de un lado a otro en tres o cuatro ocasiones y en ese sitio había un espacio vacío, suerte de terreno baldío que aparentaba estar así desde muchos años atrás.

Aturdido por ese hecho le pregunté a una dama que salia de un edificio residencial casi al lado de terreno vacío:

— Señora, disculpe este terreno baldío ¿cuanto tiempo lleva así? abandonado. A lo que amablemente respondió:

— Buen día, está en esa condición desde los 70´s tengo entendido, allí quedaba un café o algo así y comentan que era el mejor expreso de la ciudad y sus clientes eran fijos por muchos años.

— Gracias, perdone la molestia, respondí anonadado a la vez que decepcionado.

¿Que fue lo que sucedió? ¿como es posible? si apenas una semana antes había acontecido mi experiencia en ese mágico y agradable lugar.

Me hizo reaccionar de mi aturdimiento un sonido proveniente de un vehículo que pasaba por el lugar, era la melodía que escuché ese día en el Supernova y su letra decía:

Solo regala música a quien lo necesite, ¡tal vez salves su día e incluso su vida!

Imágenes de dominio público bajo licencia CC0 de Creative Commons.

Autor del relato: Alex Díaz @humoalex

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