Tu cabello ensortijado,
Rojo como el fuego incandescente.
Todo libre y algo desordenado,
Despeino mi calma,
Se llevó mi paz.
Y tus blancas manos,
Tan delicadas,
Tan tersas y elegantes
Provistas de gracia.
Tus ojos rojos se clavaron en mí,
Y aun tu recuerdo,
Sangra en mí como una herida,
Que gota a gota,
Duele más y más.
Al saber que…
No serás mía,
En ningún momento
En ningún instante.