EL MACHISMO Y EL FEMINISMO EN LA ERA ACTUAL

in machismo •  7 years ago 

Cuando se habla acerca del machismo y/o el feminismo no es algo que pinte bien hoy día. Si hablas denunciando el machismo, muchas mujeres que lo han sufrido y lo están sufriendo te alaban y se posicionan a tu favor, mientras que muchos hombres, ni siquiera son capaces de entonar un mea-culpa por los estragos que el machismo ha causado a lo largo de la historia; además, creen que uno está defendiendo los extremos del feminismo. Ellos se apresuran a echarte en cara el feminismo moderno y sus dislates, como si uno no se diera cuenta de esa realidad, o los defendiera por el solo hecho de que está compuesto por mujeres. Pero por otra parte, si hablas en contra del feminismo, muchos hombres se posicionan a tu favor y hay mujeres que se enfadan, como si uno estuviera defendiendo el machismo.

Así que, una vez más nos damos cuenta de que cuando se polarizan las actitudes es imposible ver la responsabilidad que tiene cada uno en este delicado asunto. Delicado, sí, porque aparte de otros conflictos de diverso carácter, este conflicto entre los géneros va a ser en el futuro (en cierto sentido, ya lo está siendo) el más grande, más extendido, más feroz y, hasta cierto punto el más cruel que se dará en el género humano.

Hace bastantes años me encontraba con un antiguo amigo de la juventud y en el tiempo que estuvimos juntos, me contó que lo estaba pasando muy mal. Por haber descuidado su relación matrimonial había tenido una caída moral y su esposa lo había dejado y aunque él pidió perdón varias veces, no había manera de arreglar su relación. Le vi realmente afectado y pude apreciar sinceridad y un sentimiento de culpa y de pérdida por el cual estaba sufriendo. Me ofrecí para “echar una mano” en lo que pudiera, dado que nos criamos en el mismo barrio y él sabía a qué me dedicaba desde hacía muchos años, etc., pero tal propuesta no prosperó, debido a la actitud de ella.

Lo que me dijo a continuación ya apuntaba a algo que ahora está mucho más extendido y cada vez más en nuestra sociedad. Contaba mi amigo, el hecho de que su esposa se comenzó a juntar con un grupo de mujeres que le aconsejaban de esta manera:

“Tú lo que tienes que hacer es hacerte lesbiana y que los hombres se apañen como puedan. ¡Son todos iguales!. ¡Que se jodan!”.

Así que, independientemente de la decisión que ella tomara respecto de aquel “sabio” consejo, su actitud no se prestaba para la reconciliación.

Cualquier hombre que escuchara aquel “consejo” del grupo de mujeres aludido, sacaría la rápida conclusión de que es la “ideología de género” la que tiene la culpa de aquella situación, sin pensar en nada más. Pero las ideologías, sean las que sean, no se dan en medio de un vacío contextual; todas responden a unas causas que son las que las propician. La ideología de género no surge porque sí. Tras ella hay siglos de un fracaso del género masculino en relación con el género femenino, como ya dije en otra reflexión. No ver eso es estar demasiado ciego y, además, es mostrar una dureza de corazón ante la evidencia, que no me parece sea consecuente con el ser cristiano.

Pero es interesante que cuando mi amigo me contó su drama, vino a mi memoria los días de mi niñez, cuando estábamos jugando en la plaza del barrio, y de pronto se oían la voces de otros: “¡Una boda! ¡Una boda!”. Entonces todos corríamos hacia la puerta de la iglesia para ver entrar a la novia. Muchas mujeres, salían de sus casas más cercanas; amas de casa todas ellas, vestidas como estaban, “de trapillo” (decían) y se ponían a un lado y a otro de la escalera de la gran puerta de la iglesia. Sus primeras exclamaciones y comentarios, eran: “¡Qué guapa va la novia! ¡Qué bien se ve!”. Pero los siguientes, en un tono menos audible pero con rostros resabiados: “¡Ya se enterará de lo que vale un peine!”; “¡Ahora se va a ‘ahorcar’ para toda la vida!”.

Evidentemente, esa era la experiencia de muchas mujeres. Se casaban pensando que habían encontrado el amor de su vida y que, de alguna manera el matrimonio les ayudaría a escapar de un hogar donde los hombres, comenzando por el padre, no contribuyeron a su realización como mujeres y, como se suele decir, sucedió que, “saliendo de Pilatos, fueron a dar con Herodes”, al casarse con otro hombre nada favorable. Eso, por no hacer referencia a la cantidad de mujeres que fueron abusadas sexualmente en sus propias casas.

Pero luego, el movimiento que surge en respuesta al fracaso de los hombres en su expresión más extrema, tampoco es la solución. Decir como se dice desde la ideología de género que lo masculino y femenino, el matrimonio entre hombre y mujer y la familia que se deriva del mismo “es una construcción de tipo cultural”, que ya está desfasado, que hay que negar y que se puede modificar por otras concepciones, tal y cómo se nos está proponiendo actualmente, podrá resultar “interesante” y “convincente” para muchas mujeres que como las del ejemplo puesto están llenas de resentimiento contra los hombres, y para otros/as que por motivos diversos les da igual si hay un plan divinamente establecido desde el principio de la creación o no. Pero estas modernas propuestas, al igual que “lo otro” es un gran pecado contra Dios y su plan original.

Al final, todo se resume en lo que dice el apóstol Pablo, respecto de dar la espalda a Dios. Cuando un grupo de mujeres (o hombres, da igual) dicen a otra mujer: “Tú lo que tienes que hacer es hacerte lesbiana y que los hombres se apañen como puedan…”, están rechazando el plan “natural” de Dios y están estableciendo el suyo propio, creyéndose más sabias que Dios mismo, para lo cual no tienen ni tendrán excusa ante el Dios Creador y que, en su momento será el Juez. (Romanos 1.18-32). Y cuando se les dice a los niños y niñas que ellos podrán elegir el sexo que quieran (¡incluso aunque no se dé ningún problema en ninguno de ellos!) entendemos que se va en contra, frontalmente, del plan original de Dios y eso tendrá sus funestas consecuencias, no solo en las personas que así serán “educadas” (¡más bien, estafadas!) sino en toda la sociedad la cual, solo podrá esperar el juicio de Dios, en su debido momento; más por la vía de la autodestrucción que por la vía de un juicio directo. Ya lo dice el texto bíblico:

“En vista de que ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó (los dejó hacer lo que querían) a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen”; “Recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío” (Ro.1.26-27)

Sin embargo desde el evangelio hay otra respuesta que nos llega de parte de Dios. Él nos dice que todos fuimos creados para amar y ser amados y que todos hemos fracasado en dar amor. No hemos amado a Dios ni a nuestro prójimo, porque desde la caída en el pecado perdimos esa “habilidad”.

Por tanto, hombres y mujeres tenemos que reconocer nuestro pecado para con Dios y para nuestro prójimo (“próximo”); abandonar todo resentimiento y odio hacia el otro; pedir perdón a Dios por nuestro mal; ser restaurados para con Dios y tratar de restaurar las relaciones con los demás, sean hombres o mujeres. Hemos de respetar el plan de Dios y rechazar las propuestas que nos lleguen de cualquier movimiento, sea el que sea que rompa con el plan original de Dios. Aquí el Señor Jesucristo, con la brevedad que debe caracterizar a todo maestro, (no es mi caso, creo) y siendo él el Maestro por excelencia, dijo todo lo suficiente respecto del tema de hombres y mujeres, tal y cómo “fue hecho al principio”; esposos y esposas, pero también la paternidad y la maternidad. (Mrc.10.4-8). Todo lo que contradiga este planteamiento, lo diga quien lo diga, pertenece a este otro lado de “la Caída”, contradice la Revelación divina y hay que ponerlo en su debido lugar, que no es el del corazón del creyente en Cristo Jesús.

¿No es nuestro Señor el punto de referencia hermenéutico (de interpretación bíblica) para nosotros, como muchos abogan?

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