Alguna vez existieron en las estrellas unos dioses llamados los hermanos Géminis, desde la creación del universo siempre habían sido los mejores amigos, aunque fueran hermanos siempre se ayudaban mutuamente, siempre pensaban igual y siempre habían tenido los mismos gustos. En fin, no podían vivir sin la compañía del otro.

Hasta que de una nebulosa cósmica emergió la coqueta Escorpio.

Una diosa esplendida de cabellos rulos tono rojizo con pecas centelleantes en el rostro, labios no tan gruesos, pero apetecibles para besar y unos ojos verdes que al mirarlos te perdías en el cosmos para toda la vida. Su cuerpo era una creación de perfecta simetría, cubiertas de unas curvas peligrosas, así como senos maravillosamente redondos.


Desde que arribó a la vida de los Géminis estos cambiaron enteramente. Compitiendo entre ellos por la atención de Escorpio. Sino hablaban mal uno iban y saboteaban la cita del otro entonces.

Escorpio era una seductora nata y con sus tácticas los fue dividendo a los dos.

Los halagaba, así como criticaba el parecido uno del otro.

Podía estar un día amable, pero al día siguiente se volvía toda una odiosa chiquilla.

Esto no hacia otra cosa que crispar los nervios de los pobres gemelos, ella era muy misteriosa con sus palabras. Lanzaba una palabra aquí y otro allá adecuadas para el momento acompañada de la mirada correcta y estas ocasionaban oleadas de sentimientos profundos.

Tanto fue así que los hermanos se individualizaron. Uno se volvió poeta y trovador creando con sus palabras millones de mundos allá a donde fueran a parar. Mientras que el ultimo se volvió un fiero guerrero, pero narcisista consumado y con cada gota de sudor que se esparcía por el universo un alma era contaminaba por la ambición.

Pero Escorpio era una diablilla todavía más y los sacaba de sus áreas de conformidad. Al primero los llevaba a explorar las maravillas de los múltiples mundos que hubiera por allí, mientras que al segundo lo hacía leer las historias de las sinfín estrellas.

Ella todo lo hacía para despojarlos de su ser y atraerlos más a su red. Siempre colmando de celos a los Gemelos Géminis.

Mientras a uno besaba en secreto a otro le tocaba la intima alma.

Mientras que a uno lo deslumbraba con su físico a otro lo halaba con cartas de pasión.

De cualquier manera, los aguijoneaba.

Ella se volvió la diosa de sus corazones, la deidad de sus aspiraciones y las desdichas de sus deseos más profundos.

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Los hermanos Géminis intentaron por todos los medios tenerla solo para ellos. Les otorgaban galaxias enteras a su nombre y creaban numerosas estrellas sin par con tal de cautivarla, pero Escorpio era una energía que no podían contener, era agua en sus manos y fuego en sus mentes.

Y finalmente cuando Escorpio como un cometa desapareció de sus vidas, los hermanos Géminis se lo reprocharon entre ellos y jamás volvieron a ser unidos. Ellos no podían dejar de amarla tan fácilmente, ella era demasiado para ellos. Se habían vueltos necesitados de ella.

Cada uno partió por su parte por el universo creado solo para agradar a Escorpio y nunca se volvieron a ver en toda la eternidad.

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