Jana dejó la caja con sus trastos en la mesa del recibidor. En la redacción no la querían ni para llevar cafés. Se desplomó en el sofá y encendió la tele. En la pantalla apareció una pareja acaramelada. La apagó con amargura y fue a la cocina a prepararse un té. La taza se le escurrió entre los dedos, rompiéndose en mil pedazos. En ese preciso instante el tiempo se detuvo. Tardó un momento en tomar conciencia de lo que pasaba. "Es la segunda revisión", pensó. "Por fin". Una luz blanca inundó toda la estancia hasta cegarla por completo. Al recuperar la visión volvió a estar en aquella aséptica sala. Sólo pudo verse las manos, de donde salían múltiples sondas. Estaban muy envejecidas. Había cuatro veladores monitorizando sus experiencias. Le pidieron que valorara el segundo tramo de su vida virtual. Una lágrima resbaló por su mejilla. En quince años no había conseguido cumplir ninguna de sus expectativas. Los veladores le dieron a escoger para el último tramo: cambio de escenario o bucle dinámico de sus vivencias más felices, hasta que su corazón dejase de latir. "Hasta que vaciéis mi cuenta corriente", pensó. "¿Mi experiencia más feliz?" Jana hizo memoria y enseguida apareció Lucas. Se acordó de cuando empezaron a tontear, de las mariposas en el estómago, de cuando todo le parecía bien. Jana tomó su decisión. No quería seguir viendo esas manos de vieja. Quería vivir un eterno cortejo, hasta su último aliento. Suspiró profundamente y dejó que la luz blanca la envolviera.
Photo by dusk-photography on Foter.com / CC BY
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