Una historia sin fin

Cuando nuestra embarcación pesquera navegaba desde la isla de Puerto Rico con destino a Florida, una tormenta tropical azotó el mar, desviándonos de nuestro rumbo. De repente, vimos desde la proa, un remolino de luz que crecía en el horizonte.

Los aparatos de telecomunicaciones y la brújula dejaron de funcionar. Tras unos segundos de quietud que parecían una eternidad, nuestros sentidos fueron aturdidos por un zumbido aterrador y una fuerza que nos atraía hacia donde estaba el hoyo blanco. Sentí que mi cuerpo se alargaba como si fuera sorbido por un tubo, separando mi consciencia y mi cuerpo.

En menos de un segundo, despierto tirado a la orilla de una playa de arena rosada y cielo verde. El… ¿sol? brillaba con luz celeste y a mi alrededor, los escombros del barco. Pasé varios días explorando el territorio, buscando vida humana, pero solo encontré una flora y fauna ignota para mí.

En un atardecer, llegué a una laguna de las tantas que había, y cuando la toque para tomar agua, se reflejó en ella anillos de luz que venían del cielo. Escuché un zumbido ensordecedor como miles de cigarras. Nuevamente sentí la fuerte atracción de mi cuerpo hacia la luz que provenía de arriba y mi conciencia volvió al momento en que el barco pesquero se detuvo frente al remolino de luz en el horizonte. Vino a mi mente, el recuerdo de haberlo vivido y grité “¡No, otra vez no! Tenemos que regresar.” Entonces entendí que naufragaba entre dos universos y una historia sin fin.

Fuente

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