El Guardián atravesó, una vez más, la barrera espacio-tiempo. Cierto desperfecto los condujo a un valle inhóspito, provocando estragos en el clima de aquel destino temporal. Un granizo severo caía sobre el lugar del aterrizaje. Los técnicos trabajaban para determinar la ubicación y corregir la falla. De momento, estaban perdidos y no sabían en dónde, ni cuándo...

Más que la seguridad de la nave, al capitán le preocupaba la alteración de eventos históricos. Evitar eso era la premisa mayor de todos los viajes. El anciano respira profundo y traga grueso, convencido ya de que han violado el protocolo y dañado la historia, los mismos lineamientos que juró proteger.

—Tranquilo, Capitán—susurra Dana, cabeza del grupo de técnicos— No solo corregimos ya la falla sino que logramos determinar que los efectos que provocamos al estar aquí, ya están escritos en nuestra historia: El granizo del aterrizaje y, cuando despeguemos, una curvatura que se formará en la atmósfera que va a causar la impresión en los lugareños de que los astros se detienen por varias horas. ¡Es un milagro bíblico!, y nosotros somos parte de él.

—¡Gracias a Dios!—contesta el capitán—Inicia, entonces, el proceso de despegue.

El Guardián desapareció de aquel valle en una poderosa implosión.

En el mismo valle, a lo lejos, una batalla épica tenía lugar. Se escuchaba el grito de un patriarca hebreo, con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios:

"Sol, detente en Gabaón,
y tú luna, en el valle de Ajalón"

Créditos del texto: Amaponian Visitor (@amaponian)
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