Bajo la luz del crepúsculo aparecen seres bestiales, de facciones repugnantes, de andar torpe sobre sus dos pezuñas, caminan por las faldas de los hogares soltando a su paso un hálito pesado de hediondez y barro, con la dirección marcada a una de las casas más opulentas de la zona.

Dentro de esta, Lucia llora en los brazos de su madre, mientras escuchan el estruendo de la madera resquebrajándose, unas garras gruesas las halan hacia la salida. Exhibidas al barullo de tales antropomorfos se celebra la boda de la dama y el cornudo.

Visten a Lucia de barro blanco, mientras escucha a los vecinos salir sollozando de sus casas en llamas... son los ingredientes para el gran banquete.

El ambiente queda en total silencio, bajo la luz de la luna roja, ve los bosquejos de su futuro esposo, rechoncho, peludo, de grande y afilada ornamenta, a su lado su madre, enjaulada la mira con horror sin decir palabra. Sus pasos van a la marcha de sus cadenas hasta quedar frente a frente con la bestia...

Grita despavorida al ras que sus manos abandonan su cuerpo, en su lugar ocupan gruesas pezuñas, el lazo esta consumado; nadie ira en su auxilio.