EL PRÍNCIPE IGOR
No sabía que había recetas para hacer bailar a una joven desnuda. En Trujillo, siendo profesor de cálculo, una bella estudiante, salió aplazada, pero me explicó que era fundamental aprobar para poder ir a Mérida a terminar su carrera. Yo extendí la cuerda del diálogo para ver hasta donde llegaba el asunto; y ella me dijo que podía bailar desnuda para mí. Me pareció una propuesta sana, ya que por el arte era capaz de infligir cualquier normativa. Me dijo que eligiera la danza y claro, estaba “El Príncipe Igor” en mi habitación, y cuando comienza la opera, que es como un espíritu que atraviesa los bosques eslavos, la muchacha queda en íntima malla. ¿Pero no era desnuda?, “Quien teme a los lobos no puede entrar al bosque”, mas si me la quito, tal vez la música no termine.
DANZA DE LA MUERTE
Hubiera sido
un espectáculo
memorable
para la ficción
el hecho de que tú
bailaras desnuda
para mí
la danza de la muerte
en los albores
del mundo