Sobre La Ignorancia, de Milan Kundera

in milankundera •  7 years ago  (edited)

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Esta novela es una audacia más de Milan Kundera. La audacia de cincelar en sus personajes la paráfrasis bien elaborada de la historia de Ulises en la Odisea homérica: ¡el gran retorno a Ítaca!

Es un recurso evidente en Kundera el uso de paralelismos; así solapa sus dramas con otros dramas y figuras de la literatura universal. Invitándonos a re-estudiar lo ya estudiado, incorporando a su obra una luz que define los contornos de su intención. En este caso, Ulises es el astro lunar que da luz a la fugaz noche de esta novela: La Ignorancia. La obra es una historia rápida, sin dejar de ser por ello lo bastante soberbia como para hacernos detener entre sus páginas, destinando pausas a la reflexión.

En la citada obra de Homero, la Odisea, existe un Ulises que abandona su tierra natal para tomar parte en la guerra de Troya. Su aventura le ha llevado veinte años. Veinte años de ausencia. Diez en guerra, y otros diez tratando de regresar. Es Ulises otro, luego de esos veinte años de separación; ajeno a su pasado, ignorando las nuevas realidades de su antiguo hogar. Las novelas de Kundera colindan siempre con uno o varios argumentos paralelos que da forma a su trama.

El autor manipula la semántica, engrosando el concepto de ignorancia a razón de su perspectiva. A su sazón, la ausencia alimenta el olvido, y esta omisión borra lo antes vivido, lo que antes se conocía y se experimentaba a través de la presencia. Kundera resalta el factor nostalgia, puesto que el reencuentro con el pasado tiende a evocar imágenes, personas, objetos y situaciones “dejadas atrás”; y en tal sentido sumergidas en un casi inevitable olvido. De esta forma valida el título de la novela, argumentando que ese olvido conlleva al desconocimiento, el cual acarrea ignorar lo que en otro lado continúa, lo que sigue sucediendo, y más aun, lo que ya ha acontecido. La perspectiva que se le da a la ignorancia es entonces ese desconocimiento a razón de una brecha que separa el presente con el pasado. Una brecha entre dos mundos.

“En griego. -regreso- se dice nostos. Algos significa -sufrimiento-. La nostalgia es, pues, el sufrimiento causado por el deseo incumplido de regresar.” (…) “A la luz de esta etimología, la nostalgia se nos revela como el dolor de la ignorancia. Estás lejos, y no sé qué es de ti. Mi país queda lejos, y no sé qué ocurre en él.”

Así como Ulises, parte el emigrante dejando atrás su Ítaca. Aventurándose en un ansiado mejor futuro, pero con la nostalgia pretérita de una “isla” que siempre será su patria, abandonada por una coyuntura tan política como quimérica.

Los personajes principales de esta novela han partido de Checoslovaquia a razón de la enorme articulación comunista: la invasión rusa. La primera guerra de 1914, la segunda, y luego la tercera, la más larga, llamada fría, que termina en 1989 con la desaparición del comunismo y la caída del muro de Berlín. Kundera aporta otros datos históricos de aquella Europa que determinaron los destinos de ciertas naciones: 1936, año de la guerra civil en España; 1948, año en que los yugoslavos se rebelaron contra Stalin, y 1991, año en que “se pusieron todos a asesinarse entre sí”.

Considero prudente anexar este fragmento:

“Los escandinavos, los holandeses, los ingleses, gozan del privilegio de no haber tenido ninguna fecha importante desde 1945, lo cual les ha permitido vivir medio siglo deliciosamente nulo.
En este siglo, la historia de los checos se engalana de una notable belleza matemática debido a la triple repetición del número veinte. En 1918, después de muchos siglos, obtuvieron su Estado independiente y, en 1938, lo perdieron.
En 1948, importada de Moscú, la revolución comunista inauguró, mediante el Terror, el segundo veintenio que termina en 1968, cuando los rusos, furiosos al ver su insolente emancipación, invadieron el país con medio millón de soldados.
Los ocupantes se instalaron con todo el peso de su poder en 1969 y se fueron, sin que nadie los esperara, en el otoño de 1989, con suavidad, cortésmente, como lo hicieron todos los regímenes comunistas en Europa: el tercer veintenio.
Sólo en nuestro siglo las fechas históricas se han apoderado con semejante voracidad de la vida de cada cual. Imposible comprender la existencia de Irena en Francia sin antes analizar las fechas. En los años cincuenta y sesenta, a los emigrados de los países comunistas no se les tenía en gran estima; para los franceses el único verdadero mal era entonces el fascismo: Hitler, Mussolini, la España de Franco, las dictaduras de América Latina…”

Es en 1969 cuando Irena y su marido emigran a Francia, dejando atrás su Ítaca comunista; enfrentándose a un nuevo mundo, nuevas formas, nuevas gentes. La vida impacta ante lo distinto. Y veinte años después vuelven para encontrarse con recuerdos difusos, ignorados, casi ajenos e ilegibles a la memoria.

“El mismo cineasta del subconsciente que, de día, le enviaba instantáneas del paisaje natal cual imágenes de felicidad, proyectaba de noche aterradores regresos a ese mismo país. El día se iluminaba con la belleza del país abandonado; la noche, con el horror de regresar. El día le mostraba el paraíso perdido; la noche, el infierno del que había huido.”

Irena se encuentra nuevamente en su antiguo país, su antigua vida separada de Francia. Se reencuentra con su madre y sus amigas que le imponen una suerte de arraigo por esa Checoslovaquia dejada atrás, olvidada. Irena luego de veinte años vuelve a sentirse emigrante, ajena a todo aquello antes viejo y ahora más viejo. La muerte de Martin, su esposo, es también la muerte de Francia en ella. Comienza, de súbito, a anhelar un vínculo con su segundo pasado.

Se reencuentra también, esta Irena protagonista, con un antiguo amigo; y sus recuerdos de lo mismo no significan lo mismo, pues, en la memoria todo merma. Solo Milada, una amiga, le sirve de puente con Francia enfrentándose a dos pasados, dos mundos, dos vidas. Sus otras amigas checoslovacas amputan a Irena metafóricamente (como Homero que amputara líricamente a su Ulises, también conocido como Odiseo), llevada a sentirse menos; mutilada por la memoria, por la insensatez del recuerdo de esos veinte años en Francia, que se volvieron su segundo pasado. Así también extraña a su amiga francesa Sylvie, la primera en sugerirle el gran regreso.

Las masas que emigran susurran en nostalgia hacia ambos mundos… La diáspora implora un dejo de empatía en su propia Odisea…

Kundera entrelaza los personajes, y en este pasar de párrafos y páginas nos sobreviene un Josef que sitúa a Irena entre el olvido y el recuerdo. Se dejan llevar espontáneamente en el recorrido de nuevos escenarios. Los recuerdos de Josef no son los mismo de Irena, incluso ignora su nombre; aquel nombre se había borrado ya de su memoria.

Josef por su parte también se tropieza con otros elementos ajenos a su memoria. Desconoce muchas cosas de su antigua casa y redescubre así en un cuadro el pasado de sus pertenencias ya repartidas y usadas por nuevos dueños. Esto le es extraño, como el simple hecho de “regresar”. Una ventana en su cuarto deja ver un árbol que con una de sus ramas aparenta señalarle su también segundo pasado. Esta novela bien podría llamarse La Ignorancia o Los dos pasados del emigrante

En contraparte se identifica el rechazo u omisión de ese pasado a una “insuficiencia de añoranza”. En tal sentido el emigrante, así como decide alejarse de su tierra natal, “no siente afecto alguno por ese pasado que, imponente, asoma en él; ningún deseo de regreso; tan sólo una ligera reserva; desapego”.

Dice Kundera a través del avatar Josef:

“Una vez en el extranjero, ¿perdía su memoria esa influencia nociva? Sí; porque allí Josef no tenía motivos ni ocasión de ocuparse de los recuerdos relacionados con un país en el que ya no vivía. Es la ley de la memoria masoquista: a medida que van cayendo en el olvido las distintas etapas de la vida, el ser humano se quita de encima todo lo que no le gusta y se siente más ligero, más libre.”

Redefine un amor como báculo para afrontar aquello, como exaltación del tiempo presente. Como un faro para no perder el navío. Así la memoria pierde poder en Josef, borrando imágenes, situaciones e incluso nombres… Kundera identifica la “dimensión temporal” a favor de nuestras aprehensiones, talladas en nuestra memoria y el amor tal vez le hace digerir mejor su presente.

Por otro lado está la figura de Gustaf, que asume desde su perspectiva el entusiasmo de “pertenecer” en un país destino. Se coloca su franela de Kafka is born in Praga como bandera de aceptación. La luce con orgullo. Gustaf cambia de idioma, cambia de vida, se adapta a su nueva vida en regocijo.

Tal vez no haya querido enunciar Kundera El Eterno Retorno expuesto por los griegos y luego por Nietzsche, puesto que ya lo había citado en 1984 en su enigmática novela La Insoportable Levedad del Ser, sin embargo, se suspende esta idea como parte del humo en el incienso de las reflexivas frases que componen La Ignorancia. Anexa una característica más a nuestra condición humana: la de olvidar.

“Si alguien pudiera conservar en su memoria todo lo que ha vivido, si pudiera evocar cuanto quisiera cualquier argumento de su pasado, no tendría nada que ver con un ser humano.”

Josef, a través de su antiguo diario, redescubre su yo del pasado. El elemento místico que evoca sus viejos pensamientos. Es su misma letra, pero ahora él es otro, ausente a todo aquello; lejano, aun palpando el diario… Así dejo yo estas reseñas como una conversación programada para cuando los años me hayan arropado bastante la memoria, y el olvido arrastre consigo lo mucho que disfruto mis lecturas, lo que ellas me han dejado. En la Odisea de mi vida tal vez todo cambie, entonces confiaré en estos “diarios de Josef” un manojo de recuerdos útiles para el Ulises de mi vejez perdida en la dimensión material y temporal. Me diré a mí mismo ¡Cuenta, cuenta!, recordando también en esta Ítaca, mi patria, “Miseria y Orgullo”…

Me es curioso que Kundera no anexara a su texto el poema Ítaca, de Constantinos Cavafis (1911). Me atrevo yo a extendérselos a manera de epílogo. Reciban este poema como un respetuoso espaldarazo mis amigos, familiares y compatriotas emigrantes.

Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca

debes rogar que el viaje sea largo,

lleno de peripecias, lleno de experiencias.

[…]

Acude a muchas ciudades del Egipto

para aprender, y aprender de quienes saben.

Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca:

llegar allí, he aquí tu destino.

Mas no hagas con prisas tu camino;

mejor será que dure muchos años

y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla

rico de cuanto habrás ganado en el camino.

No has de esperar que Ítaca te enriquezca:

Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje.

Sin ella, jamás habrías partido;

mas no tiene otra cosa que ofrecerte.

Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado.

Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia,

sin duda sabrás ya qué significan las Ítacas.

¡Bravo Kundera!

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