No hay un perfecto cadáver oculto, sólo investigaciones imperfectas |
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Sin lugar a dudas habría que pensarlo bien a la hora de ocultar un cadaver, sangre, fluidos corporales, huesos y restos humanos son parte de las frecuentes evidencias forenses, el cadavérico olor presente y los animales que se dan festín, procuran ser testigos delatores de la muerte intencional o accidental de los seres vivos.
Mi caso no fue intencional... Apenas sonaba el reloj anunciando las 12 de la noche del 31 de diciembre, el paso de un año a otro, nos tenía eufóricos en la sala de la casa, con el sabor a uvas aún en el paladar, de repente, la suegra oyó un ruido proveniente de la puerta del corredor en la mitad de la casa, por su perturbación descubrimos que se trataba de un ladrón intentando ingresar para amargarnos el inicio de año nuevo.
Rápidamente, me oculté en la pared al final del pasillo y tomé un bat de béisbol metálico para defenderme del agresor mientras todos los demás esperaban para aventarle cosas y así ahuyentarle, pendiente de la puerta ante una posible sorpresa, el ladrón caminaba descuidadamente hacía mi arma alumínica, al apenas asomar su rostro, le asesté un golpe seco - ¡Tam! - y posteriormente sobrevino la caída de bruces del ladrón.
Al momento que la turba familiar intentó abalanzarse sobre el truhán, hubo una dramática pausa. Todos quedaron alrededor del cazador cazado, que ahora estaba con un ligero goteo de sangre rodando por su frente y movimientos espasmódicos provocados, por una fuerte contusión que cobraba su vida.
Sus ojos quedaron volcados hacia arriba al momento que exhalaba su último aliento, "¿Y ahora que hacemos?", se oyó entre las personas que rodeaban el cadáver.
Todos vayanse a la fiesta de disfraces de año nuevo en el Paternopoli, yo resolveré esto -Dije con serenidad.
Miré mis manos y la mínima mancha en el bat, ante la insistencia de la familia a quedarse, les grité ¡Vayanse todos carajos!
Sin más opción todos salieron calladamente. Afortunadamente el ladrón era pequeño. Yo no estaba preparado para esta situación y ¿Si llamaba a la policía? ¿Qué diría? ¡Fue en defensa propia! ¡No quería matarle! Esas serían a lo sumo las frases que podría decir ¿Qué tanto más podría decir?
El pánico se apoderó de mí, seguramente el delincuente pertenecería a una banda que querría vengarse de mí al no ver el retorno de su amigo muerto, acabarían no sólo conmigo, sino además con mi familia. Husmeé por el sendero de su llegada,no parecía venir acompañado, Pero... ¿Quien es tan tonto para intentar robar una casa solo?
¿Y si ocultó el cadáver? Es sólo un malviviente -Pensé.
Hachas, motosierras, bolsas negras, Ácido clorhídrico. Nada de ello contaba a mi favor. Sabía que no habían tocado el cadáver, así que no tenía huellas delatoras.
¡Guantes! Sí. Guantes -corrí al depósito a buscar guantes.
Tan pronto me los puse, dije: "No puedo deshacerme de él, ni deseo conservarlo". Lo levanté del suelo y lo cargué cual costal de papas, no podía dejarlo cerca, el olor levantaría sospechas, no podía dejarlo por allí, los carroñeros y gusanos lo harían visible.
Lo coloqué en una silla y noté, que salvó el pequeño morado en su frente, no se diferenciaba de ningún ebrio de la navidad. rápidamente lo llevé al automovíl recorrí unos 12 o 15 kilómetros hasta un lugar solitario, me aproveché de la soledad post cañonazo, acosté el cadáver en el asiento trasero del vehiculo, recogí una botella de licor en la calle y luego me dispuse a colocar al finado en posición de caída en un riachuelo seco, como si hubiese caído de un puente, estrellando su frente contra un árbol.
Dejé en la orilla del puente la botella recogida, para que las huellas de quien la tomó fueran asociadas con el asesinato y si le preguntaban a este ¿Como llegó allí? seguramente este diría que "no lo sabía o que estaba bebiendo en otra ubicación lejana a mi hogar".
Mientras acarreaba al difunto -siempre al pendiente de que nadie me hubiese visto- usé un par de sandalias de un sobrino adolescente que calzaba 3 o 4 tallas menores a la mía, por si alguna huella quedaba mientras lo colocaba en su última posición.
Me quité los guantes, me coloqué una chaqueta estuve en un par de fiestas que servirían de coartada, asegurandome de ubicar algún conocido y preguntar la hora para plasmar evidencia de que estuve allí en ese momento y no en otro sitio. Finalmente regresé a casa, en un balde metálico quemé la ropa con la gota de sangre salpicada y las sandalias que utilicé mientra movía el cadáver. Aplasté el bate de aluminio de tal forma que pudiese verse como chatarra y lo apilé junto a otros desechos para vender en los próximos días a una fundidora.
Esa madrugada siendo las 2:37 minutos llegué al hotel Paternopoli, pedí una rón doble y una cerveza, le pregunté al de la barra ¿Qué hora tiene? y traté de pensar que todo fue un sueño o una pesadilla, repasando cada detalle realizado, a ratos una risa que me hiciera notar entre los presentes. Al llegar las 3 de la mañana, mi sobrino preguntó:
Tío ¿Qué hiciste con la situación?
El año nuevo ya empezó sobrino -respondí- El pasado es polvo.
EL 02 de enero de los corrientes, la página de sucesos anunciaba la muerte de un presunto delincuente en extrañas circunstancias bajo un puente rural, se presume ajuste de cuentas. |
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