La pintura minimalista se caracteriza por el uso de formas de gran tamaño, muy sencillas, generalmente geométricas, sobre un fondo plano, con ángulos muy marcados, amplias áreas de colores lisos y brillantes y un tratamiento uniforme en la totalidad de la superficie del cuadro, incluido el borde, de ahí la denominación de pintores de hard edge o borde duro que se dio a estos artistas.
Otros rasgos característicos de la pintura minimalista son la fusión de figura y fondo, pues se elimina la distinción entre primer plano y profundidad; la reducción de los motivos a puros elementos geométricos verticales y horizontales; la fusión de una misma realidad compacta del dibujo, el gesto, la composición. Uno de los pintores que ha llevado al límite estas características es Robert Ryman, quien utiliza en exclusiva el blanco, uno de los colores favoritos de los minimalista por su pureza y porque define mejor que ninguno la ausencia de color.
Frank Stella
Los principales representantes del minimalismo, Kenneth Noland, Morris Louis, Ellworth Kelly, se dieron a conocer en sendas exposiciones, una en Nueva York, en 1963, titulada hacia una Nueva abstraccion, y la otra el año siguiente, en Los Ángeles, abstracción postpictorica. En ellas también participaron Ad Reindhardt y Barnett Newman. Actualmente, sus obras se encuentran entre las más cotizadas de los mejores museos de arte contemporáneo de todo el mundo.
El pintor minimalista más conocido es Frank Stella (1936) quien resumió sus principios y los del movimiento entero con las siguientes palabras:
La única cosa que espero que se saque de mis pinturas es lo mismo que yo saco, que pueda ver todo sin confusión…Todo lo que hay que ver es lo que se ve.
En la transición entre las décadas de los cincuenta y setenta, Stella se había apartado radicalmente del expresionismo abstracto con cuadros en los que representaba franjas negras separadas por estrechas líneas dejadas en el lienzo sin pintar. Al poner el énfasis en el control y el racionalismo, estas Pinturas negras abrieron nuevos caminos a la abstracción y ejercieron una profunda influencia en el arte de los setenta.
A partir de 1966 inaugura una nueva etapa en su trayectoria con sus polígonos irregulares, lienzos de formas geométricas irregulares con grandes manchas de color.
A medida que este nuevo vocabulario iba evolucionando hacia un lenguaje pictórico más abierto y colorista, sus trabajos empezaron a cambiar de tamaño, Stella introdujo en este momento las curvas en sus lienzos, pintadas con colores casi psicodélicos, características de la serie Protractor.
Con estos cuadros Stella consiguió que abstracción y decoración convergieran de una forma que altero las convenciones típicas de ambas tradiciones.